15 de julio de 2013

V


Hoy hace cinco años que empezó todo. TODO.
Hoy hace 60 meses; 1826 días. (Que lo he calculado y todo, teniendo en cuenta que el año pasado fue bisiesto. Friki que es una...).

Pero vamos a lo realmente importante.
Hoy justo hace cinco años decidí apostar fuerte a una carta. A TU carta.
Lanzarme al vacío sin paracaídas. Romper con todo lo anterior.


Y mira que, hasta ese momento, siempre había pensado que eso del amor verdadero, para toda la vida, las mariposas en el estómago, el flechazo que te pellizca el corazón, el tren que pasa sólo una vez en la vida y que has de coger sin pensarlo, etc., no eran más que bobadas de comedia romántica de Hollywood.
Pero yo no soy Sandra Bullock ni Julia Roberts.

Siempre pensé que esas cosas no pasan en la vida real. Que nos están vetadas a las personas reales. De a pie. Si acaso, les pasan sólo a unos pocos afortunados.
Claro, no es fácil creer en lo que no se ha conocido.
Y así vivía yo. Quemando días, años, ilusiones; en una espiral de rutina que me ahogaba; en un laberinto de excusas y autoengaños del que yo misma no sabía salir.

...Pero entonces, llegaste tú. Entraste en escena y lo llenaste todo con tu luz.
Y tuve miedo, no creas. Eras demasiado bueno, a priori.
Me resistía a dejarme cegar por esa luz. A dejarme enredar en algo que no sabía a ciencia cierta hacia dónde me llevaría.
Porque, a pesar de todo, vivía cómoda en aquella rutina gris. Cómoda, o más bien acomodada.

Y así, acomodada, apoltronada en aquella historia sin sentido, me resistía a salir de lo que hasta ese momento había sido mi día a día.
Siempre he tenido miedo al fracaso. Y en aquella ocasión, también temí equivocarme, darme el gran batacazo.

Pero algo hiciste. Fue la forma en que me miraste. Fue leer en tus ojos que todo saldría bien. Fue cómo pronunciaste mi nombre. Cómo lo oí por primera vez de tus labios.


Y entonces supe que ibas a ser "eso" que yo iba buscando desde hacía tiempo. Eso que tanto necesitaba. Eso que no tenía en mi vida.
Me miraste como nadie antes me había mirado. Y me hiciste sentir bonita, especial. Única e importante. Me hiciste sentir como hacía tiempo no me hacían sentir.

Me sacaste de la última fila, donde estaba agazapada, y me subiste al escenario.


Y cogí aire, tomé fuerzas y decidí confiar en ti. Apostar fuerte por ti. Ya estaba bien de miedos. Ya estaba bien de quedarse con lo de siempre; era momento de levantarse del sillón, salir a la calle y mojarse bajo la lluvia.  

15 de julio de 2008. Un paseo por el centro. Aquel granizado de limón.
El calor sofocante y pegajoso de todos los meses de julio en Valencia. La Plaza de la Reina atestada de turistas. La calle del Mar con sus bares y tiendas.
Tu voz aterciopelada y algo ronca. El atardecer que nos sorprendió en una esquina de la calle Caballeros.
La cena en la que no nos atrevíamos casi a probar bocado.
Las risas. Las miradas cómplices.
Aquel concierto al que llegamos tarde, pero nada importaba.
Tu casa. El primer beso en la terraza. La noche estrellada. Los gatos del callejón.
Mis manos entre las tuyas.
El deseo. Tu coche. El "hasta mañana".

Lo recuerdo todo perfectamente, como si fuera ayer. Recuerdo lo que llevaba puesto. Recuerdo también cómo ibas vestido tú. Recuerdo tu pelo, ahora mucho más corto que entonces.
Cómo intentabas aparentar seguridad, aunque estabas bastante cortado.
Mi timidez, el no saber qué decir durante los primeros minutos. Así que preferí escucharte y decirte las cosas con los ojos.
Recuerdo tu mirada, que me conquistó.
Y recuerdo cómo enseguida se disiparon mis dudas y supe que eras tú.

Lo recuerdo todo tan nítidamente, que me cuesta creer que hayan pasado cinco años... Y tantas cosas desde entonces...


Aquel amanecer en la playa.
Toledo en agosto (nuestro primer viaje)
Albarracín en invierno.
Los Campos Elíseos adornados con motivos navideños.
La Torre Eiffel desde otra perspectiva.
El suelo empedrado del Trastevere, donde todavía resuenan nuestros pasos.

La subida al Albaicín.
El Madrid de los Austrias.

Aquellos atardeceres increíbles en el Bósforo.
El café Kafka de Praga.
El Puente de las Cadenas de Budapest.
Y cómo no: cada rincón de Valencia...

El pasillo donde nos cruzábamos las primeras veces.
Las miradas de reojo mal disimuladas.
Los meses de alquiler.
Las pizzas caseras.
El difícil verano de 2009.
La tarta gigante de chocolate.

El helado de marshmallows.
¡Los conejitos!

Las partidas de poker con amigos y gintonics.
Tantas risas.
Alguna lágrima. 

Los momentos felices
Los momentos difíciles.
El problema del trabajo.
Nuestro piso.
Mis prisas. Tu pachorra.
Mis nervios. Tu paciencia.
Mi mal carácter. Tus "puntazos raros".

Mi capacidad para tomar decisiones cuando tú estás indeciso.
Tu optimismo cuando yo estoy negativa.
Cada uno de los besos.
Todos los recuerdos.
...Y tantas otras cosas.

En estos cinco años he aprendido muchas cosas. Pero sobre todo una: me has hecho mejor persona. Y me has hecho mucho más feliz de lo que jamás podría haber imaginado.

Nunca, en todo este tiempo, he dudado ni un momento de lo que siento por ti. Cada día que pasa me hace convencerme de que eres el amor de mi vida. "Mi persona": la persona con la que quiero seguir celebrando otros tantos quintos aniversarios. La persona con la que deseo y espero compartir mis días, mis noches, mis alegrías, mis momentos de bajón, mi entusiasmo, mis miedos, mis dudas, mis certezas.

Eres la persona con quien me encantaría tener hijos algún día.
Y en definitiva, si puedo elegir, la persona junto a la que quisiera envejecer.

TE QUIERO. Muchísimo. De Roma a Buenos Aires, ida y vuelta, mil veces. Y lo sabes.

Feliz 5º aniversario.

M.





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