Llega un momento en la infancia de toda persona, en el que alguien -habitualmente un familiar muy cercano y más mayor y sabio-, le hace la GRAN REVELACIÓN, contándole la famosa fábula de "La Cigarra y la Hormiga".
Todos conoceréis de sobra la historia y a sus dos protagonistas.
Por un lado, estaba la Cigarra: despreocupada, gandula y cero previsora, lo suyo era cantar, tocar la guitarra y holgazanear durante tooooooodo el verano. Su máxima era "Carpe Diem", vivía la vida sin preocuparse lo más mínimo por lo que pudiera pasar al día siguiente.
Ay, esa Cigarra feliz y holgazana con la que -casi- todos nos hemos sentido identificados en más de una ocasión.
Por otro lado, estaba la Hormiga, que era todo lo contrario que la Cigarra: trabajadora, constante, ahorradora,... Durante el verano, mientras la Cigarra cantaba y cantaba sin pegar ni chapa, la previsora y laboriosa Hormiga acarreaba granos de trigo bajo el intenso sol, para después tener alimento cuando llegara el frío.
Pues bien, pasó el verano, el otoño y llegó el crudo invierno. Y mientras la trabajadora Hormiga estaba tan requetebién en su casa, calentita y con muuuucha comida, -porque se lo había currado-, la infeliz de la Cigarra las pasaba canutas, y aterida de frío, tenía que pedir ayuda y cobijo a la Hormiga, quien finalmente se apiadaba de ella y la acogía, eso sí, no sin antes echarle en cara su actitud despreocupada.
Fin de la historia.
Después de la moraleja, tu abuelo -o la persona que te contaba la historia-, te hacía la inevitable pregunta:
Y tú, ¿qué quieres ser, Cigarra u Hormiga?
Y ahí te quedabas tú, a tus 6-7 tiernos años, cavilando:
-Ostras, Cigarra no, ¡ni de coña! Al principio se lo pasa muy bien, pero mira cómo acaba... No, no, hay que ser Hormiga.
Y así es como, desde bien pequeños, con una aparentemente (pero nada) inocente fábula, nuestros mayores nos inoculaban ya el virus del esfuerzo, la constancia, la previsión, el trabajo duro y el ahorro. (Cosa que se agradece, eh).
Ésta es una de esas enseñanzas que te hacen "clic" en la cabeza. Y que una vez la aprendes, ya no hay vuelta atrás. A poco responsable que seas, el runrún de la Cigarra y la Hormiga te perseguirá toda la vida.
-En épocas de exámenes en la Universidad, cuando ves que tienes dos toneladas de apuntes y te lo estás dejando para la noche de antes del examen. Runrún.
-Cuando estás a dieta y tus amigos dicen de ir a cenar a un italiano. Runrún.
-Cuando quieres ahorrar, pero llegan las navidades, vas a la FNAC y te lo comprarías TODO. Runrún.
Y es que la historia de la Cigarra y la Hormiga se puede aplicar a mil aspectos de nuestro día a día. A los estudios, al tema económico, al plano laboral...
Lo fácil, lo chachi, sería poder ser como la Cigarra, pero sin las consecuencias de ser Cigarra. Vivir la vida loker sin preocupaciones, disfrutar el momento, cantar y bailar, gastar sin límite, no tener que ahorrar para tener unos eurillos, ni trabajar para ganarse la vida.
(Bueno, los hay que tampoco tienen que ahorrar ni trabajar, tiran de tarjetas black, fraudes fiscales, cuentas en Suiza, y listo. Pero no es el caso; me refiero a gente honrada, que sois los que me leéis. No me imagino a Rato, Bárcenas o a Pujol leyendo mi blog).
En cambio, lo difícil, lo coñazo, al menos para mí y supongo que para muchos, es ser Hormiga.
Todos conocemos de sobra la teoría, pero luego, llevarlo a la práctica no es tan fácil.
Desde luego, si ser Hormiga fuera fácil no tendría mérito. Ni estaría tan valorado. (A veces, incluso un pelín sobrevalorado).
Yo creo que nuestra naturaleza hedonista nos hace ser Cigarras.
Todos tenemos un Lado Oscuro de la Cigarra innato y poderoso. Es como Anakin Skywalker y el Lado Oscuro de la Fuerza. O como Frodo y el Anillo.
Nos esforzamos por contrarrestar ese Lado Cigarra con un Lado Hormiga que nos sacamos de la manga.
Sin embargo, hay gente que acaba totalmente absorbida por el Lado Oscuro de la Cigarra. Se rinden absolutamente a él.
Son las Cigarras Puras. Gente a quien no le compensa el esfuerzo de ser Hormiga y han decidido vivir la vida sin preocupaciones, sin previsión, sin ahorrar, sin trabajar (o trabajando lo mínimo).
Piensan que bueno, en invierno hace frío, en tiempos de crisis se pasa mal, pero luego tampoco es tan terrible. (Y siempre habrá alguna Hormiga caritativa que nos acoja en su calentita casa). Haberlos, haylos.
Luego estamos los que intentamos luchar y vencer a nuestro Lado Cigarra con nuestro Lado Hormiga. A veces lo conseguimos, otras no tanto, pero ahí estamos. En una lucha sin fin entre el quiero y el debo. Entre el Me echaría una siesta de tres horas y 5 cm de baba, y el Tengo que estudiar toda la conjugación francesa. Entre el Me comería toda la caja de Chips'Ahoy, y el Debo cuidarme. Entre el Me gastaría el sueldo en libros, ropa, maquillaje, etc... Y el Tengo que ahorrar que estoy pelada y en paro.
Luego están las Hormigas Puras. Son pocas, pero todos conoceréis a alguna o algunas. Yo admiro su tesón, su capacidad de trabajo, su organización, su capacidad de ahorro, su austeridad (esa palabra tan repetida por los políticos, pero que tan poco se aplican a ellos mismos).
Aunque a veces a las Hormis Puras se les va la olla.
Es esa gente que no trabaja para vivir, sino que vive para trabajar.
Esa gente que se pasa la vida ahorrando, ahorrando, ahorrando... Y en realidad, si les preguntas para qué, tampoco tienen un motivo real para ahorrar.
Dicen: "Ahorro por si acaso, a modo de previsión".
No es "Ahorro para comprarme un coche o una casa", "Ahorro para poder hacer ese viaje que tanto he soñado"... No. Es "Ahorro porque empecé a ahorrar un día siendo muy niño después de que mi abuelito me diera un caramelo Werther's Original y una moneda de 5 duros y me contara la historia de la Cigarra y la Hormiga".
Y se les fue de las manos y ya no pueden dejar de ahorrar, por el simple hecho del placer que les produce el mero hecho de ahorrar. De acumular dinero.
Para ellos, ahorrar no es un medio. Es el fin en sí mismo.
Decía que admiro a las Hormigas Puras, pero hasta cierto punto, eh. Algunos me dan un poco de penica. Creo que no disfrutan la vida, realmente. Aunque ellos dicen ser felices así.
En mi opinión, han sido atrapados por el Lado Oscuro de la Hormiga, lo cual también tiene sus inconvenientes, aunque nuestro abuelito no nos lo contó el día que nos salió con la dichosa fábula.
Para mí, todos los extremos son malos. Ser 100% Cigarra es malo, por supuesto. Ya nos lo enseñaron de sobra con el cuento. Pero ser 100% Hormiga... uf, no sé yo hasta qué punto es positivo.
De hecho, creo que si bien las Cigarras Puras llegan a un límite de dejadez y vagancia del que ya no suelen pasar o es muy difícil, las Hormigas Puras pueden llegar a límites de capacidad trabajo y ahorro realmente patológicos. A veces dan miedo.
En un punto medio está la virtud, pienso yo. Ser Hormiga entre semana y Cigarra los fines de semana.
Pero a veces es taaaan difícil vencer a la Cigarra que todos llevamos dentro... ¿A vosotros no os pasa?
Y vosotros, ¿qué sois: Cigarra, Hormiga, o qué porcentaje de cada una?