Dos historias de amor con dos hombres tan diferentes entre sí que podrían ser opuestos y que han tenido un papel muy decisivo en mi vida. O, al menos, en una parte de ella.
Empezaré por el principio (cómo no): conocí a C., mi ex, el último año de carrera. En aquella época, yo estaba en un momento "delicado". Se acababa la buena vida de estudiante y empezaba una nueva etapa: la de encontrar trabajo. Algo que, dado la carrera que elegí, se me antojaba harto difícil. (Y, de hecho, lo fue).
Por otro lado, estaba muy sola. Justo aquel año, 3 amigas mías estaban estudiando en el extranjero. Y con otra que se había quedado en España, llevaba meses sin hablarme, por una discusión que tuvimos en la que nos dijimos cosas muy fuertes. (Años después, acabaríamos haciendo las paces... aunque nunca volvimos a ser las grandes amigas que habíamos sido antaño). Si a eso añadimos dos desengaños amorosos recientes, podéis imaginar cómo me sentía en aquel momento: perdida, sola, vulnerable, insegura...
Y entonces... apareció C. en escena. Era un chico que transmitía una gran seguridad, que sabía lo que quería. Era algo más mayor que yo. Divertido, cariñoso, tenaz y muy insistente... Decidió que me quería y no paró hasta conseguirme. Y, si bien es cierto que no sentí un flechazo nada más verle (físicamente no era mi tipo de hombre), sí me atrajo poderosamente su personalidad.
Su entusiasmo me arrastró como un tsunami. Me cortejó durante semanas con tal maestría que, aunque al principio tuve mis dudas, al mes estaba ya rendida a sus pies.
Me enamoré de él como una loca. Recuerdo aquellos primeros meses sintiéndome feliz y segura por primera vez en mucho tiempo. Después de haber besado a varias ranas, por fin había encontado a mi príncipe azul.
Pero las cosas no iban a ser tan idílicas entre C. y yo. Él tenía trabajo. Además, un trabajo bueno y estable. Pero yo no.
Al fin, acabé la carrera, y con la ayuda de C., encontré un trabajo a media jornada, mientras me preparaba unas oposiciones.
Y, evidentemente, las cosas se ven diferentes si tienes ya la vida resuelta que si no la tienes. Y eso, en cierto modo, sería uno de los problemas de nuestra relación. Nuestras diferencias.
Él tenía ya muy claro lo que quería, y yo, no. Yo era una cría, que sólo pensaba en pasarlo bien, mientras que él ya tenía trazada su vida.
Estuvimos juntos 5 años, mi relación más larga hasta la fecha. Aunque el último año y medio fue un verdadero desastre. Una pesadilla. Discutíamos constantemente. Muchas veces, por cosas realmente banales.
La rutina se había instalado en la relación. Pero eso no era lo peor.
Lo peor es que me iba dando cuenta de que C. y yo éramos incompatibles.
Teníamos gustos y opiniones cada vez más diferentes. Desde nuestros gustos cinematográficos (que nos hacían discutir para decidir qué peli íbamos a ver al cine), hasta nuestras aficiones, nuestra ideología o el estilo de vida que queríamos tener.
Cada vez estábamos más lejos el uno del otro. Si él quería blanco, yo quería negro. Y así, constantemente.
Además, C. tenía, a mi modo de ver, un defecto (que ya advertí desde el principio de la relación) y es que esa seguridad y claridad de ideas que tenía lo convertían en una persona muy intransigente. Alguien que nunca daba su brazo a torcer. Se hacía lo que él quería o rompía la baraja, como se suele decir.
Su opinión era la única válida. Las demás, no. Y yo cada vez estaba más harta de no tener ni voz ni voto. De hacer siempre lo que él decía.
Yo también tenía opinión y quería decidir por mí misma. No quería que él ni nadie me dijera cómo tenía que vivir.
Con el tiempo, la situación se hizo cada vez más insostenible. Poco a poco me convencía de que C. no era chico para mí ni yo era chica para él. Además, cosas suyas que en un principio ni siquiera había advertido o que incluso me hacían gracia, empezaron a resultarme realmente molestas. Eran cosas que hacía o que decía, y que cada vez me fastidiaban más.
Definitivamente, mi amor por él se iba desvaneciendo.
Estuvimos muchas veces a punto de romper, pero siempre acabábamos reconciliándonos, con la esperanza de que esa discusión sería la última. Y que seríamos felices para siempre y que comeríamos perdices... Total, nos queríamos, ¿no? Sï, pero ahora sé que eso no basta.
Por otro lado, nuestras constantes crisis y discusiones (algunas con público incluído), me habían dado una imagen de niña inmadura y desequilibrada que me fastidiaba bastante porque no era real. Una imagen que, además, C. promovía. Y eso me sacaba de quicio (más todavía).
Es cierto que era yo la que me enfadaba, mientras que él nunca perdía los nervios. Él sabía mantenerse en su sitio, en su papel de chico maduro y con las ideas claras. Pero si yo me enfadaba tanto, si perdía los papeles era porque él, de alguna forma, me provocaba. Conseguía sacar de mí lo peor.
Yo no soy ninguna loca histérica. Pero tengo carácter y mi paciencia se agotaba por momentos.
El penúltimo año de relación con C., fue un año de inflexión.
Encontré mi actual trabajo, algo que a él lo descolocó. Ahora yo también tenía un trabajo estable, bien remunerado y que me hacía feliz. Ya era más independiente. Ya estábamos más igualados.
Y ya no era la cría que él había conocido 4 años antes. Yo también había madurado. Y, cansada de dar una imagen falsa de mí, aprendí a controlar mis nervios y a no montar numeritos delante de familia y amigos.
Así, parecía que las aguas habían vuelto a su cauce. Pero no.
Mi actitud no era otra cosa que reflejo de mi indiferencia, apatía y aburrimiento. Ya no veía motivo para enfadarme. Todo me daba igual.
Fue ese año, en los últimos coletazos de mi relación con C., cuando conocí a J.J. Mi actual pareja.
Con él sí sentí ese flechazo que había llegado a pensar que no existía en realidad. Que eso del "amor a primera vista" era cosa de las pelis románticas.
Sí. La primera vez que vi a J.J., el mundo se detuvo. Sólo estábamos él y yo. (Y según me contó más tarde él, fue algo mutuo). El problema era que los dos teníamos pareja en aquel momento. Y aunque me parecía guapísimo y encantador, no me planteé en aquel momento nada con él.
Durante unos meses, quizá por mi cambio de actitud, C. y yo estábamos “algo” mejor. Quizá, pensaba, la relación no estaba abocada al fracaso. A lo mejor merecía la pena luchar. Al fin y al cabo, llevábamos casi 5 años juntos. Y tirarlos así por la borda...
Pero no. Aquello fue sólo un espejismo. Pronto volvimos a nuestras discusiones habituales (aunque, eso sí, ya sin testigos). Me di cuenta de que no tenía sentido seguir. Que C. y yo nunca seríamos felices juntos. Que nos estábamos destrozando la vida.
Lo mejor era cortar antes de dar un paso más importante que luego nos hiciera arrepentirnos todavía más.
Pero era tan difícil acabar algo de tantos años... Era como un lastre. ¿Qué pensarían todos? (En realidad, toda la gente de nuestro alrededor se veía venir el final mucho más que nosotros. A nadie le extrañó cuando ocurrió).
Pero aún estuvimos juntos unos meses. Es más, decidimos hacer un viaje, a ver si estando los dos solos, lejos de los demás, en un ambiente de relax, las cosas se arreglaban. Gran error.
Yo tenía mis dudas. Pero bueno, un viaje siempre es algo agradable, ¿no?
Al final, fuimos a Canarias. Yo nunca había estado y me hacía mucha ilusión ir.
Todo fue muy bonito. Aunque no hace falta que os diga que las cosas entre nosotros no se arreglaron. Ni las preciosas playas de Tenerife consiguieron obrar el milagro.
En realidad, aquellos días tuve la sensación de estar allí con un amigo en vez de con mi novio.
La última noche, cómo no, y para no variar... C. y yo nos enfadamos. Por una tontería, como siempre. Pero es que yo ya no podía más. Aquello fue la gota que colmó el vaso.
Recuerdo que me asomé a la terraza del hotel. Y allí, frente al inmenso océano Atlántico, a miles de kilómetros de mi casa, me sentí terriblemente sola.
Lloré amargamente durante un buen rato, mirando fijamente el horizonte y preguntándome cómo habíamos podido llegar a esa situación. Cómo podía ser que dos personas que se habían querido tanto, hubieran llegado a ese punto. Aquello estaba acabado. ¿A qué estaba esperando para romper?¿Por qué era tan cobarde?
Al volver a Valencia, aún estuvimos unas semanas juntos, pero yo ya tenía claro que no quería continuar. Me faltaba sólo un último empujón. Y un sábado por la noche, por fin, tomé la decisión.
Volvíamos de una cena en su coche, camino de mi casa. Y al despedirme, se lo dije. Aquello no era un “hasta mañana”. Aquello era un “hasta siempre”.
Por supuesto, él no me creyó: tantas veces había pegado el portazo para luego volver corriendo a sus brazos pidiendo perdón, que ésta no tenía por qué ser distinta. Pero sí lo fue.
Así que él contraatacó y se pasó los días siguientes intentando hacerme cambiar de opinión. Pero mi decisión era irrevocable.
Tanto insistió en que nos viéramos, que accedí a quedar con él por última vez.
Él pensaba que conseguiría hacerme recapacitar y que volvería con él. Pero yo lo tenía muy claro, y así se lo dije: que éramos incompatibles, que lo habíamos intentado mil veces y que yo ya no quería seguir intentando salvar algo que no tenía salvación. Al final, creo que lo entendió... O, si no, al menos, lo aceptó.
Y desapareció de mi vida.
Vale, había conseguido dar el paso sin flaquear. Pero aun así, me sentía fatal. Nunca había dejado a nadie. Y él quería volver conmigo; estaba hecho polvo.
Pero no podía volver con él: ya no estaba enamorada. Y sabía que nunca podríamos ser felices juntos.
A veces, tenemos miedo a estar solos, y nos empeñamos en seguir al lado de alguien, a toda costa, aunque las cosas vayan mal. Y ese fue nuestro error.
Meses después de la ruptura con C., volví a ver a J.J. Hacía tiempo que no sabía de él, porque según me contó, había estado de viaje en Inglaterra con unos amigos.
El caso es que empezamos a vernos más, a quedar... Una vez, él me comentó que estaba sin pareja. (Qué bien, pensé). Yo no le dije nada de mi situación al principio. Pero un día le conté que hacía poco que había acabado una relación de mucho tiempo.
J.J. me gustaba mucho, pero por otro lado, pensaba que era muy precipitado empezar una nueva relación. ¿Y si las cosas también salían mal esta vez?
Mi cabeza me decía que esperara. Pero mi corazón me empujaba a olvidar el pasado y a empezar una nueva vida y, por qué no, una nueva relación.
Finalmente, el corazón pudo más que la cabeza, como suele pasar.
Una noche, J.J. y yo fuimos a cenar. Él me dijo que yo le gustaba desde hacía tiempo y que quería ir en serio conmigo. Yo me derretí, claro.
Y surgió, simplemente. Ninguno de los dos quisimos hacer nada por evitarlo.
Fue precioso.
Es cierto que apenas pasaron unos meses entre una relación y otra, y que tuve muchas dudas al principio por si las cosas no salían bien entre J.J. y yo. Otro desengaño me hubiera destruido, pero no lo pensé y me lancé a la piscina...
Y, hoy, casi dos años después, estoy feliz junto a J.J. Fue una decisión algo precipitada... pero hoy sé que totalmente acertada.
En cuanto a C., no he vuelto a verlo ni a saber de él.
Le hice daño. Sé que lo pasó muy mal cuando lo dejé. Y yo me he sentido culpable muchas veces por ello. Pero también sé que hice lo correcto. Nosotros dos no teníamos futuro.
Aun así, espero que me haya perdonado, que haya superado todo aquello, y que ahora sea feliz solo o junto a otra chica con la que tenga más puntos en común.
Deseo de corazón que todo le vaya bien y que encuentre al amor de su vida.
Igual que yo (creo), he encontrado al amor de mi vida.
Cómo me gustan estas historietas...!!! :) Me ha ENCANTADO cómo lo has narrado... Y la verdad es que me siento bastante identificada en eso de intentar hacer q 1relación funcione cuando ves q es imposible, q sois incompatibles y q hay q cortarla cuanto antes... pero a veces... somos tontos/as y si hay sentimientos de x medio, es muy difícil tomar una decisión así... A ti ya veo q tu decisión te salió genial y me alegro mucho. Espero hacer lo correcto yo tmb, ya sea siguiendo para adelante con lo q tng con ese chico o dejándolo marchar... Un besito
ResponderEliminarPues estaba leyéndomelo de cabo a rabo cuando me di cuenta que era toooodo muy parecido a lo que le pasa a la protagonista de mi blog.
ResponderEliminarhttp://carmencambioradical.blogspot.com/
Si eso te ha pasado a tí de verdad te sentirás muy identificada con ella respecto a su vida amorosa.
Es un asco, pero a veces intentamos continuar con cosas que no llevan a ninguna parte...
Me ha encantado viajar un poquitín por tu vida, por tus relaciones. Me entretuve, es lo que tiene ser un poco chafardero... ;P
ResponderEliminarSeguro que C. no te guarda rencor. Con el tiempo las cosas ganan perspectiva.
Me alegro que todo vaya bien actualmente con J.J.!
Besos.
Gracias por vuestros comentarios. Me alegro que os haya gustado la historia (bueno, las dos historias). Un poco largas, pero bueno... En cierto modo, lo que hemos vivido marca nuestra personalidad. Y creo que debía contar esa parte de mi vida para poner a la gente en antecedentes. He tardado un poco en abordar estos dos capítulos de mi vida porque me daba un poco de palo "desnudarme" tanto.
ResponderEliminarGracias por vuestas muestas de apoyo.
Veo que a a todos os han pasado cosas parecidas. Ay, el amor...
Besos!!
las historias de amor que no funcionan son tan parecidas entre sí, en fin... lo importante es que reaccionaste a tiempo (como hice yo) y que ahora eres muy feliz (cosa que yo todavía no) jajaja!!
ResponderEliminarFelicidades por tener valor, por dejar a C. y por lanzarte de nuevo a la piscina con JJ :D:D
Un beso!
¡¡Preciosa historia de amor, con final feliz!! son las que a mi e gustan. Yo de momento no he encontrado a mi principe, estuve 20 años casada, me separé, después una reñación de 2 años (que me ha recordado a la tuta con C.) y ahora, aunque somos amigos, vemos que hay demasiadas diferencias entre nosotros.
ResponderEliminarAcabo de descubrir tu blog y me ha encantado, ¡¡te sigo!!
Un besito
Bea...con mucho amor
Hola Bea... muchas gracias por tu comentario y por seguirme! Me alegro que te guste mi blog!!!
ResponderEliminarSí, la verdad es que mi historia con J.J. es muy bonita... él es sin duda el gran amor de mi vida. (Espero que lo siga siendo por muuuuuuuuucho tiempo). Con C., desgraciadamente, no pudo ser. Éramos tan diferentes...!
Y tú noo desistas...no pierdas la esperanza: tu príncipe azul aparecerá, ya lo verás.
Un beso!