19 de enero de 2011

Después de la tormenta... llega la calma



Bueno... Ya pasó. Las aguas volvieron a su cauce. Y la verdad es que no fue para tanto.
Como algunos sabréis por mi anterior entrada, el lunes por la mañana, mi chico y yo tuvimos una discusión gorda (después de varios días de tensiones, estrés y pequeñas discusiones por tonterías).


Para los que no leísteis esa entrada, os refresco la memoria: J.J. y yo íbamos a mirar unos muebles y estábamos buscando aparcamiento en el centro de Valencia (situación que podría poner de los nervios al mismísimo Dalai Lama)...


Discutimos, yo salí de su coche pegando portazo y él se fue.


Empecé a dar vueltas de tienda en tienda, y poco a poco, según iba pasando el tiempo y se me iba disipando el enfado, empecé a sentirme culpable, a pensar que quizá no había sido para tanto y me pregunté si no me habría precipitado al salir del coche...


Sí. Una vez más, mi fuerte carácter y mi poca paciencia me habían ganado la mano. Me lamenté por haber sido tan impulsiva, por no haber sabido mantener la calma...
Y empecé a echarle de menos. A desear que apareciera a mi lado como si no hubiera pasado nada.
Yo es que soy así: salto muy rápido... pero luego se me pasa el enfado igual de rápido.


Como no daba señales de vida, le mandé un SMS preguntándole cómo estaba y si seguía mosqueado.


No hubo contestación.


Le hice una perdida.


Tampoco hubo contestación.


Ultra-emparanoiada, le hice otra perdida y le mandé otro SMS preguntándole por qué no me contestaba.


Al fin, me contestó con un SMS diciéndome que no quería hablar conmigo en ese momento, porque sería peor... Y algo así como que la chica que había salido hecha un basilisco de su coche esa mañana no era la misma chica alegre y dulce de la que se había enamorado.


Al leer eso, se me vino el mundo encima. Sí, lo confieso. Me dejó muy mal leer aquello.
E, inevitablemente, empecé a hacerme toda suerte de películas mentales sobre el inminente final de una relación tan bonita y prometedora como la nuestra.
Pensé: Ya no me quiere. Le he decepcionado. C'est fini.


Y no sería descabellado pensarlo: estos días pasados he estado bastante in-so-por-ta-ble. Sobre todo, con él. He tenido frecuentes y repentinos cambios de humor (de estar súper cariñosa a ponerme en plan borde, en sólo cuestión de minutos), y eso a él lo tenía bastante rayado. Y con razón.


No sé por qué me pasa. Pero cuando una situación me estresa y/o me agobia, en vez de intentar mantener la calma y el buen humor, me amargo y me pongo de morros. Además, saco mi lado más cínico y borde. Y salto a la mínima de cambio.
¡Arrrghh, cómo odio esa faceta mía! Mi madre me dice que tengo un "pronto muy jodío"... Y no le falta razón.


Soy perfectamente consciente de que debo corregirlo. En eso estamos, pero me cuesta.


Bueno... volvamos al relato.
A eso de las 3 de la tarde, J.J. me mandó un SMS citándome a las 5 en una cafetería a la que solemos ir... porque "teníamos que hablar".


Mi paranoia se elevó a la enésima potencia, como podréis imaginar. Esto se pone feo, pensé. Aun así le contesté diciéndole que allí estaría sin falta. Todo eso, por SMS.


Llegué a la cita sin saber muy bien cómo acabaría la cosa... y temiéndome lo peor.
Y de hecho, al principio, todo fue algo tenso.


Pero... nada. Era todo fachada. Nos hacíamos un poco los duros y los ofendidos. (Yo también, ¿eh? ¡No iba a ir corriendo a sus brazos!).


El paripé duró unos escasos 5 minutos. Lo justo para empezar a besarnos como unos quinceañeros, a abrazarnos, a reírnos de lo tontos que habíamos sido y a disculparnos el uno con el otro:
Perdóname...
No, perdóname tú a mí.
No, tonto, si he sido yo la que ha perdido los papeles...
Qué va... yo también he dicho tonterías...


A mí se me escapó una lagrimita... Le confesé que por un momento me había temido lo peor.
Y él me abrazó aún más fuerte, me besó y me susurró que eso no pasaría jamás. ¿Cómo iba él a dejar a su niña?


Y así... Bueno, va, que me pongo empalagosa y no es plan.


Resumiendo: que esa misma tarde lo arreglamos todo, como dos personas adultas, civilizadas... y que no pueden vivir la una sin la otra.
No íbamos a dejar que una chorrada lo mandara todo al garete.


De todas formas, lo ocurrido me ha servido para darme cuenta de que debo controlar mi carácter. Debo aprender a ser más paciente... Sobre todo, porque él ya demuesta mucha paciencia conmigo en muchos aspectos. Y es que, como dice Shakira en una canción, "conmigo nada es fácil...".


Pero él no tiene la culpa de mis malos rollos. No merece que le castigue con mis cambios de humor.
Creo que las discusiones de pareja (sin son esporádicas) tienen algo "positivo": pueden contribuir a reforzar el vínculo amoroso, ya que te hacen valorar más lo que tienes y te permiten darte cuenta de tus propios errores, y así poder trabajar por corregirlos, si quieres que la relación funcione.
¡Y luego están las reconciliaciones, que siempre son bonitas!


Pero... como he dicho: sólo si se dan de forma esporádica. Porque cuando se suceden las unas a las  otras, hasta convertirse en la tónica general, entonces, se entra en un círculo vicioso, y esa relación acaba enferma de muerte.
Y ya no hay reconciliaciones que valgan.


Lo sé por experiencia. Anteriormente, tuve una relación en la que las discusiones eran constantes... Y sufrí mucho. Por eso les tengo tanto pánico. Porque sé que, a la larga, acaban con el amor y destruyen la relación.


Afortunadamente, ahora todo es bien distinto. Y no quiero estropearlo.


Dicho esto, sólo quería daros las gracias a todas las que comentásteis en el post anterior por vuestros ánimos, ¡sois un encanto! Me ayudaron mucho vuestras palabras... Y me hicieron reflexionar.
Un beso y gracias.  :)

7 comentarios:

  1. Bueno, como bien has explicado, lo importante es aprender e ir limando poco a poco las cosas que pueden mejorar, de nosotros y de la relación. Y ya tienes mucho ganado en el hecho de admitir tus errores, hay quien ni siquiera es capaz de eso.

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  2. Me alegro mucho!!!

    Y lo mejor es que te ha servido para reflexionar e intentar a partir de ahora mejorar, y eso siempre es muy bueno!

    Muchos besitos!!!

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  3. Oish, cómo me alegro de que al final esté todo arreglado! Si es que cuando estamos estresados muchas veces sacamos lo peor de nosotros mismos, y una mudanza tan liada como la tuya tiene que ser de lo peorcito... En fin, que bien está lo que bien acaba, así que ahora a disfrutar de lo aprendido! :)

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  4. Cuánto tiempo sin pasar por aquí!!! Vaya, me alegro de que ya lo hayáis arreglado... y sobre todo de que la relación os aporte tanto a los dos. Es muy bonito, no lo perdáis, que luego es muy difícil recuperarlo, créeme.

    Besos!

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  5. Me alegro un montón Gata!!! ¿Ves como al final todo se arregla? (ains, y qué bonitas son las reconciliaciones, eh?)

    Un beso!

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  6. Me alegro mucho de que todo este ya arreglado!!! un besazo!!

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  7. Es que encontrar aparcamiento en cualquier centro de ciudad es como para pegarse 3 tiros. Y se nos ponen los nervios demasiado de punta...
    Enhorabuena por la reconciliación! :)

    Muaks

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