31 de agosto de 2010

Papá Gato en el misterioso país de los perfumes



Las 12.30. Estoy en plena y frenética actividad laboral.
Suena mi móvil. Es una llamada perdida.
A los dos minutos, vuelve a sonar.
Tres minutos después, otra perdida.

Antes de comprobar quién es, ya sé que es Papá Gato.

Porque sólo Papá Gato me hace perdidas. Él nunca llama, (ni siquiera llamaría al 112 en caso de estar al borde del ictus). No: él hace perdidas, porque nunca tiene saldo en la tarjeta y espera que seas tú quien le llame y se gaste la pasta.
Sí, Papá Gato siempre ha sido muy rata con el tema del gasto telefónico, y a sus 61 años, ya no voy a esperar que cambie. Así que, a la tercera llamada perdida, decido llamarle yo.

Sobre todo porque ya sé el motivo de sus tres perdidas desesperadas. Sé que son llamadas de socorro: pasado mañana es el cumpleaños de Mamá Gata, y un año más, Papá Gato no tiene puñetera idea de qué regalarle.

Miro el móvil y efectivamente, las 3 perdidas son de Papá Gato. Le llamo:

29 de agosto de 2010

Filias y fobias

 
     







FILIAS                                          FOBIAS                        

-Mi familia                                     -La envidia
-Mis amigos                                   -Los mentirosos
-J.J.                                                -La injusticia
-Los gatos                                      -Una traición
-Los atardeceres                            -Los lunes
-Las tormentas                               -La gente vulgar
-Una sonrisa                                   -Ver a un niño sufrir
-Una mirada                                    -Madrugar
-El café                                           -La coliflor
-El chocolate                                  -Las arañas
-Los besos                                      -Las armas
-El sexo                                          -La pedantería
-Dormir                                           -Los perfumes empalagosos
-La música                                      -La crueldad
-Un buen libro                                 -Las guerras
-El mar                                            -La contaminación
-Enamorarme                                  -La mojigatería
-Los viernes por la noche               -Los telediarios
-Chopin                                           -Los parásitos televisivos
-El cine                                            -Kandinsky
-La poesía                                       -La sangre
-Viajar                                             -Los espacios cerrados
-La sinceridad                                 -Las películas con mensaje absurdo
-Soñar                                              -Hacer el ridículo
-Encontrar lo que iba buscando      -El sufrimiento
-Aprender algo nuevo                     -Perder el tiempo
-La sencillez                                    -La gente snob
-Reír a carcajadas                            -La soledad
-Van Gogh                                       -Perder a quien quiero
-La noche                                        -Paris Hilton
-La comida italiana                          -La falta de libertad



28 de agosto de 2010

Resultados de las últimas encuestas (+ una nueva)

Como veo que va creciendo vuestra participación en las encuestas que os propongo, (¡¡yupiiiiiiiii!!) dedicaré esta entrada a comentar los resultados obtenidos en las dos últimas, ya que hay algunas cosas que me han llamado la atención y que me gustaría destacar.

Empecemos por la más antigua: ¿Qué haríais si os enteraseis de que vuestra pareja os ha sido infiel?

Vale, en ésta, la participación no fue precisamente masiva, pero reconozco que la preguntita se las traía. :P

Confieso que yo misma no participé en esta encuesta ya que no tenía demasiado claro qué contestar. Después de comentar vuestras respuestas, os diré qué habría contestado yo.

En esta encuesta participásteis 9 personas. La respuesta mayoritaria, con 4 votos (el 44% de los participantes) fue: "Jamás perdonariais una infidelidad. Automáticamente romperíais con esa persona".
O sea: la mayoría no perdonaría una infidelidad, jamás de los jamases. Y no sólo eso, sino que dejaría al o la infiel.

Esta opción, aunque mayoritaria, no ha sido unánime, ya que la siguiente opción más votada por vosotros fue la diametralmente opuesta: "Le perdonaríais y le daríais otra oportunidad (si se mostrara realmente arrepentid@)" obtuvo 3 votos (33% de participación).

3 personas parecen tener claro que podrían perdonar una infidelidad de su pareja, y que incluso le darían otra oportunidad si hubiera arrepentimiento por parte de la pareja infiel.

26 de agosto de 2010

Intrigada y agradecida



Como podéis ver, en el blog tengo un contador de visitas y dos geolocalizadores, los cuales me indican cuánta gente pasa por aquí y de dónde vienen.
La verdad es que es una herramienta que me encanta. Me maravilla.

Sí, me parece increíble saber que tengo visitas de todas partes de España, de Europa, de América... Alguna he tenido también de países y regiones asiáticos, como La India, Hong Kong, Jordania o el Líbano.

E incluso, en una ocasión, tuve una visita desde... ¡Australia! Sí, desde Sydney.
¡Alucinante!  :)

Cómo no, lo más habitual es que la mayor parte de las visitas sean del país del propio autor del blog. Y en mi caso, también es así. La mayoría de mis visitas proceden de España: sobre todo de Madrid, Valencia (de esas imagino que la mayoría serán mías), Barcelona, Sevilla, Málaga, Vigo, Basauri y Santander.

Pero también tengo todos (o casi todos los días) visitas desde Latinoamérica, supongo que por el tema de la lengua (ya que el traductor que tengo deja bastante que desear).

Casi cada día me visitan personas desde Argentina, Chile, México, Perú, Colombia, Ecuador, Guatemala y República Dominicana. También me visita mucha gente de EEUU. No sé si son hispanohablantes o anglófonos que saben español...

25 de agosto de 2010

Gracias (Despistaos)

Dado que últimamente voy algo escasa de inspiración e ideas, que estos días no me suceden cosas muy dignas de reseñar, que tengo un montón de trabajo (y un examen de ruso la semana que viene), que no me apetece nada recurrir a un meme, y que, además, estoy un tanto vaga para escribir (cosa harto rara en mí), siguiendo la estela de mi anterior entrada, hoy, vuelvo a recurrir a la música.

Y no sólo eso: sino que paso a inaugurar una nueva sección en este blog: La canción de hoy es...

A partir de hoy, (aún no sé con qué frecuencia, pero espero que, al menos, una vez a la semana), iré subiendo y compartiendo con vosotros canciones que me gusten, que me hagan sentir, que me digan "algo". Desde grandes temas de siempre hasta éxitos actuales. Todos tendrán cabida aquí.
Espero que a vosotros también os gusten...

Si ayer subía Need you now de Lady Antebellum, hoy os dejo otra canción que descubrí hace relativamente poco y que, la verdad, me emociona siempre que la escucho.

Hoy, me paso al pop nacional y os propongo disfrutar de los acordes y la letra de Gracias, de Despistaos.



La verdad es que nunca me ha gustado especialmente este grupo, pero debo reconocer que, con esta canción, me han llegado.

Sobre todo, me emocionan los últimos versos:

"Aprendí a sufrir
Aprendí a reírme de mí
Me reconstruí
Tuve que decir que sí, que sí
Aprendí a sentir
También a pasarlo bien sin ti
Y me levanté
Cada vez que tropecé y caí


Tuve que alejarme de ti
Tuve que aprender a ser sin ti"

Y es que el mensaje de la canción no pude ser más acertado: de lo que más se aprende es de las caídas, de los fracasos, de los momentos difíciles. Eso es lo que nos hace fuertes.
Pero, qué difícil es levantarse después de la caída; y cómo cuesta seguir solos, sin la compañía de esa persona que estuvo a nuestro lado en tantos momentos... 

Aun así, hay que seguir adelante y ser fuertes. Aunque cueste.


PD: Intentaré que la próxima canción sea más alegre; con dos canciones seguidas de desamor, ya está bien, ¿no? ;)

23 de agosto de 2010

I just need you now (Lady Antebellum)


Me encanta esta canción:



Es Need you now, de Lady Antebellum.

Desde que, hace unas semanas, la oí por primera vez en la radio, no paro de cantarla. Me parece una preciosidad.
Una rara joyita entre tanto pachangueo veraniego, tanto ritmo latino machacón y tanta canción con cuatro acordes facilones y mensaje de encefalograma plano.

El juego de voces me pone los pelos de punta. Y lo que dice la letra...

"It's a quarter after one, I'm all alone and I need you now
Said I wouldn't call but I lost all control and I need you now
And I don't know how I can do without
I just need you now".

¿Cuántas veces nos hemos sentido así? Solos, fuera de control, perdidos en mitad de la noche... Y entonces, nos damos cuenta de cuánto "le" necesitamos. De cómo nos gustaría que estuviera en este momento a nuestro lado para guiarnos.  
 
Aunque nos resistimos a admitirlo, aunque nos prometimos a nosotros mismos que no le volveríamos a llamar... Cuánto desearíamos que apareciera en este preciso momento en el umbral de nuestra puerta.
Que estuviera pensando en nosotros, que nos echara de menos tanto como nosotros le echamos de menos.

En fin... hoy estoy un poco nostálgica. Sorry!

I just need you now...

(¡He escrito una entrada breve! ¡¡No me lo puedo creer!!).


21 de agosto de 2010

El amor es eterno...


...mientras dura.

Eso dice Ismael Serrano en su canción La extraña pareja.
Más allá de que la canción me guste más o menos, lo que sí es innnegable es que esa frase encierra una gran verdad.

Cuando estamos enamorados, profundamente enamorados, creemos que ese amor nuestro durará para siempre. Para toda la vida. Aunque, en realidad, no sé si lo creemos, o más bien, lo deseamos. (Al menos, en ese momento).

Amamos tanto a esa persona que esperamos desamorque esa magia nunca se acabe, que el amor perdure. Que el vínculo no se destruya nunca. Queremos estar toda la vida con él o ella. Que no deje de querernos nunca, de la misma forma que nosotros nunca dejaremos de quererle. (O eso creemos, insisto).

E, incluso, algunas veces, más de las que deberíamos, nos sorprendemos a nosotros mismos diciendo: "Te voy a querer para siempre" o "Nunca dejaré de amarte".
Del mismo modo que nos derretimos si nuestra pareja nos lo dice a nosotros. Al fin y al cabo, ¿a quién le amarga un dulce?
Y acabamos creyendo que, efectivamente, nada ni nadie podrá poner fin a ese vínculo de amor.

Pero las cosas cambian. Y a veces, sin saber cómo ni por qué, esa persona que nos juró amor eterno, desaparece de nuestras vidas.
Se va. Sin más.

Sí: el cuento, la magia, se acaba de repente, y nos quedamos perplejos, incrédulos, sin entender por qué. Y nos preguntamos: Si me dijo que me amaría siempre, que nunca dejaría de quererme, ¿por qué se ha ido? ¿Por qué ha incumplido su promesa?

STOP. No. Perdona: ¿por qué le creíste tú cuando te prometió amor eterno?

Prometer amor eterno es tan irreal como prometerle a alguien la Luna. Si nos parece imposible que alguien nos pueda bajar la Luna, ¿por qué entonces sí nos creemos que ese alguien pueda querernos cada día de su vida, hasta el último?

Otras veces, ocurre a la inversa: hemos sido nosotros los que hemos puesto fin a una relación con alguien a quien un día, nos precipitamos y le prometimos amor eterno.
Sí. En aquel momento, cuando dijimos aquellas palabras, estábamos tan convencidos de que sería así... Hubiéramos puesto la mano en el fuego. Nos veíamos envejeciendo junto a esa persona. Era lo que más deseábamos.

Pero pasó el tiempo y todo cambió.

Nadie sabe a ciencia cierta lo que va a hacer al día siguiente. Nadie sabe realmente si lo que hoy tanto ama, dentro de X tiempo, también seguirá amándolo.

Por eso, hacer ese tipo de declaraciones, es precipitado e irreal. Que sí, que son muy bonitas, muy apasionadas, muy peliculeras... Pero, más que una realidad que podamos cumplir, son una ilusión, un deseo.

Y lo peor es que nos las creemos a pies juntillas. Nos encanta creer que alguien estará siempre ahí, a nuestro lado, queriéndonos hasta el final de sus días.
¡Error! La única persona que seguro estará junto a nosotros hasta el final, somos nosotros mismos. Lo demás, son conjeturas.

Ojalá fuera así. Ojalá todas las historias de amor fueran eternas. Ojalá se cumplieran todas las promesas de amor.
Pero tú, yo, y todos tenemos ejemplos a mano que nos demuestran que, desgraciadamente, el amor eterno no existe: es una invención, una utopía. Una idea muy bonita, pero una idea, al fin y al cabo.

Todo cambia. Y los sentimientos también. 

Pueden pasar mil cosas. La rutina y el paso del tiempo pueden deteriorar esos sentimientos tan fuertes y apasionados del principio, hasta casi extinguirlos. O puede cruzarse una tercera persona que nos haga sentir algo que hasta ahora no habíamos sentido (es una putada, pero pasa más de lo que creemos).
O, simplemente, poco a poco, darnos cuenta de que no estábamos tan enamorados como creíamos (o como queríamos creer). Sentir que la llama se va apagando.
Y nadie tiene la culpa. Simplemente, pasa.

Pues bien: quien escribe estas líneas se considera una romántica empedernida, víctima como tantas otras, de los cuentos de Disney y de las grandes historias de amor de Hollywood. Alguien que ha jurado amor eterno y a quien también se lo han jurado.
Alguien que incumplió la promesa, y a quien también engañaron.

Por eso hoy digo: STOP. Y hago esta reflexión. Más que nada, para intentar mantener la cordura y el sentido común y no dejarme llevar por el romanticismo utópico. A casi todo el mundo nos encanta eso del "amor para toda la vida". Es la idea que nos han inculcado, desde los medios de comunicación, el cine...

Pero, sin pretender resultar tremendista, lo que está claro es que cada día se producen separaciones, rupturas, divorcios...
Claro que también hay parejas que saben sortear los problemas y que se quieren y permanecen unidas durante años.
Algunas, incluso, toda la vida. Pero no son mayoría.
Y, si les preguntáis, seguro que os dirán que han pasado por diferentes etapas, y que su camino no ha estado exento de problemas y de desencuentros.

Claro que me gustaría que mi relación actual durara para siempre. Es lo que más deseo. Pero intento hacerme a la idea de que puede que sea así, pero también puede que no lo sea. ¿Quién sabe?
Esto es un poco como una lotería.

Y creo que el problema es que hablamos mucho pero actuamos poco. Es muy fácil jurar amor eterno, pero no lo es tanto luchar y trabajar día a día porque, efectivamente, sea así.

Yo, en vez de palabras y frases grandilocuentes y hollywoodienses, prefiero acciones. Acciones simples, silenciosas, aparentemente insignificantes. Pero valiosas.
Estas acciones del día a día, son las que realmente van forjando una relación, y las que la consolidan y la hacen fuerte y duradera en el tiempo.

Las palabras valen poco, se las lleva el viento, ya lo sabéis. Los actos, en cambio, permanecen.

No me digas que me vas a querer para siempre o que nunca dejarás de quererme. ¿Qué sabes tú si podrás cumplirlo?

Mejor dime lo mucho que me quieres hoy, pero sobre todo, demuéstramelo en cada momento. No pienses en lo que pasará dentro de 50 años.

"Porque el amor es eterno... mientras dura".

20 de agosto de 2010

Un añito más...



El miércoles, día 18, fue mi cumpleaños: 29 años ya.

La verdad es que, cada vez, año tras año, tengo la sensación de que el tiempo pasa más y más rápido.
Parece que vuela. Y ya sé que sonará a tópico, pero yo lo veo así.

Este año, mi cumple casi me ha pillado por sorpresa. Cuando me quise dar cuenta... ya lo tenía encima.

La celebración empezó ya la noche del 17. Y es que, realmente no está claro si nací el día 17 o el día 18. Según cuenta mi madre, nací al filo de la medianoche, en un momento indeterminado entre las 23:50 del día 17 y las 00:15 del 18. Vamos, que vine al mundo en la transición de un día al otro.

Aunque eso sí, a efectos oficiales y legales, mi día de nacimiento es el 18 de agosto. Así figura en el Registro civil, en el Libro de Familia, en mi DNI, en mi carnet de conducir, etc...

Bueno, que ya me estaba yendo por los cerros de Úbeda, algo muy habitual en mí (¿será porque mi padre es de un pueblo de Jaén?). Decía que la celebración de mi cumple comenzó ya la noche del 17, con una cenita familiar, en la que mi madre preparó algunas de sus muchas especialidades culinarias. Platos veraniegos y muy fresquitos, como la ensaladilla rusa, que le sale genial.

Esa noche ya empezaron a caer los primeros regalos. La verdad es que, este año, ¡se han pasado! Más que mi cumpleaños, parecían los Reyes Magos.

Mis padres me regalaron: un bolso de Tous, unos zapatos monísimos a juego con el bolso, un colgante de plata y una base de maquillaje, un dúo de sombras y una máscara de pestañas, ni más ni menos que de Chanel, para ponerme bien guapa.

WOW.

Yo, que soy una loca de los potinguitos (maquillajes, pinturitas, etc), cuando abrí el regalo y vi los cosméticos de Chanel, (los primeros que tengo de esta firma tan prestigiosa), se me salían las lagrimillas... ¡Qué ilu!

Después de la cena, los regalos y después de las felicitaciones, besos, abrazos y risas con mis padres, volví a mi casa, y esperé a que J.J. saliera de trabajar.
Cuando salió, me recogió y fuimos a tomar una horchata a una de las horchaterías que hay en el barrio de Benimaclet.

Después, volvimos a casa, y nos fuimos a dormir, ya que al día siguiente, día oficial de mi cumple, yo trabajaba.

El día 18, en el trabajo, también me felicitaron mis compañeros y algunos, que no lo sabían, me preguntaron cuántos cumplía. Uno de ellos, un chico de informativos, me dijo: "¿29 ya? ¡Pues no lo pareces: te hacía más jovencita!"

Qué majo... :)

En cambio, otra compañera me dijo: "¿29?  ¿Y no piensas ya en casarte? Que luego tienen que venir los niños y no te puede pillar muy mayor...".

:s

En fin, cada uno tiene su opinión. Pero lo único real y objetivo es que tengo 29 años. Que estoy ya apurando la veintena. Aunque yo no tengo ninguna prisa por casarme, y mucho menos por tener hijos. Y eso que mi mejor amiga ha sido madre recientemente, y tenemos la misma edad; pero a mí, esas cosas del reloj biológico, no me afectan ni me causan presión psicológica... (al menos, de momento).

Como decía, en el trabajo tuve muchas felicitaciones. Yo, además, compré en el horno que está al lado de la emisora, dos bandejas de frivolidades saladas y pastelitos, para invitar a mis compañeros.

¡Y la verdad es que tuvieron mucho éxito! Picaron todos: gente de informativos, de deportes, técnicos...

La verdad es que currar el día de tu cumple no es demasiado agradable. Y más, si tu cumple es en pleno agosto, mes vacacional por excelencia. Pero bueno, había que cumplir, y lo hice. Qué remedio, ¿no?

Las felicitaciones de amigos y familiares me hicieron la jornada laboral más llevadera. Me llamaron para felicitarme mi abuela, mis tíos, mis amigas E. y M... Esta última, además, desde... ¡Los Ángeles, California!, donde está ahora viviendo.

También entré en el facebook y vi que tenía más de 10 felicitaciones de amigos. ¡Me hizo mucha ilusión ver mi muro lleno de felicitaciones!

Así, entre felicitaciones varias, tirones de orejas, empanadillas, pastelitos, y demás, cuando me quise dar cuenta, ya eran las 7 de la tarde. ¡Hora de salir! ¡Yupiiiiiiiiiii!

J.J. me recogió del trabajo y de ahí fuimos a un SPA, donde me esperaba el primero de sus regalos: ¡un súper masaje de 50 minutos! ¡Mmmmmmhhhhh, oh, sí!

Cuando acabó, ya relajada y con la espalda como nueva, fuimos a dar una vuelta, y J.J. me dio sus otros regalos: un precioso anillo de plata de ¡TOUS! (entre él y mis padres, nos podrían nombrar clientes preferentes del mes, ¿no?), que me está un pelín grande, pero bueno, me encanta igualmente, y el perfume que hacía tiempo que quería: el Agua de Loewe, colección Sorolla. ¡Huele taaaaan bien!

Vaya regalazos. Yo no sabía qué decir.
Así que le estampé un besazo en toda la boca. Creo que era la mejor forma para expresarle mi agradecimiento. Y no sólo por esos tres regalos, sino por todo lo que, en estos dos años, me ha dado. Por cómo ha cambiado mi vida. Por lo importante que es para mí.

Después, volvimos a casa, nos duchamos, nos pusimos guapos... y nos fuimos a cenar por ahí. Esta vez, invitaba yo, cómo no.

Lo pasamos genial... Como siempre. Con él, todo es especial. Tiene la virtud de hacer que hasta lo más sencillo sea único y especial.

Así que, cuando me di cuenta.... miré el reloj, y ya era 19 de agosto. Ya había pasado mi cumple. ¡Oooohhhhhhh!

En fin: que ya tengo 29 años. Un añito más, una velita más en la tarta. Aunque, ahora que lo pienso... este año no he tenido tarta, ni he soplado velas después de pedir un deseo.
Pero, en realidad, tampoco me importa: las tartas no me gustan, en general. Y además, no soy yo muy supersticiosa.

Y, en cuanto a pedir un deseo, la verdad es que creo que tengo todo cuanto podría desear: tengo una familia maravillosa, muy buenos amigos, un novio al que adoro, salud, trabajo...
Lo único que deseo es que todo siga así. Nada más.

Y ahora, a disfrutar de los 29... y luego, de los 30. Porque, aunque hay gente a la que no le gusta cumplir años, yo soy de la opinión de que lo mejor, es eso: cumplirlos.

Cada año que pasa, es un año más lleno de experiencias, vivencias, retos por cumplir...
Y todo eso, nos hace más mayores, pero también más sabios y más fuertes.



17 de agosto de 2010

El dilema


Necesito consejo. Me hallo ante un dilema, digamos, moral.

La cuestión es que una amiga mía va a hacer algo con lo que yo no estoy para nada de acuerdo y no sé cómo decírselo. Ni siquiera sé si decírselo... o dejarlo estar.

Primero, porque no quiero herirla con mi sinceridad.
Y segundo, porque sé de sobra que no me va a hacer caso y va a seguir a lo suyo. Así que, pa' qué decir nada, ¿no?

Sí, si fuera mi vecina del 6º con la que apenas tengo relación.
Pero no, tratándose de mi amiga L, a la cual conozco desde hace años, con la que he compartido muchas vivencias y a la que realmente aprecio.

Os pongo en antecedentes:

Mi amiga L lleva saliendo 6 años con un chico llamado S.
Se trata de una de esas relaciones que yo llamo “tóxicas”, de “ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio”.

L y S sólo estuvieron bien, lo que se dice bien, el primer año y medio de relación (la época del enamoramiento, cuando todo es nuevo y tienes mil mariposas en el estómago). Pero una vez las mariposas emigraron no sabemos dónde, empezaron las tensiones y los problemas entre ellos.

L y S, como decía, llevan 6 años juntos, pero de manera discontinua: es decir, cortan-vuelven, cortan-vuelven, vuelven a cortar y vuelven a... ¿volver?
La suya es una relación “montaña rusa”, con altibajos, discusiones, rupturas, reconciliaciones y vuelta a empezar, en un bucle sin fin.

Cuando casi llevaban 2 años juntos, L y S lo dejaron (por primera vez). Por lo visto, atravesaron una época muy mala en la que las discusiones eran casi diarias y por cualquier cosa, y al final, la relación se deterioró tanto que decidieron dejarlo de mutuo acuerdo.

Aquella fue la vez que más tiempo estuvieron sin verse. En total, 8 meses.

En aquel momento, dadas las circunstancias, todas las amigas decidimos apoyar incondicionalmente a L, que estaba hecha polvo. La llamábamos, quedábamos con ella, la animábamos... Queríamos hacerle más llevadera la ruptura.

Recuerdo por ejemplo, alguna que otra llamada de L a las tantas de la madrugada, diciéndome entre sollozos que necesitaba hablar, que estaba fatal, que echaba de menos a S, que había estado a punto de llamarlo. Yo la escuchaba en silencio, dejaba que se desahogara, que llorara, etc. Y luego intentaba animarla y tranquilizarla.

A medida que pasaban los meses, veíamos a L más animada. Parecía que, poco a poco, lo iba superando.
Pero una noche, estábamos de fiesta, y de repente, vemos que L sale del pub a toda prisa, llorando.

La seguimos y nos confiesa que S, con el que supuestamente hacía meses que no tenía contacto alguno (ahora sé que eso es lo que nos decía, pero luego la realidad era bien distinta), le había enviado un SMS diciéndole que estaba en Ibiza con unos amigos, “living la vida loca”, y que se acababa de enrollar con una guiri que estaba de toma pan y moja. Que la vida son dos días y hay que disfrutar.

Así. Sin anestesia ni nada. A L casi le da algo cuando leyó aquello.

Nosotras todo era animarla, decirle que pasara de él, que ahí tenía la prueba evidente de que él no la merecía, que era un impresentable, etc. Pero L estaba inconsolable.

Al menos, pensábamos todas las amigas, esto le hará abrir los ojos definitivamente y olvidar a ese tío para siempre.
¡Pero qué equivocadas estábamos!

Pasaron unos pocos meses... Y ¿de qué nos enteramos?

¡Bingo! L y S habían vuelto.

Él, al darse cuenta de la pifia del SMS desde Ibiza (se ve que iba borrachísimo cuando se lo envió) estuvo días asediando a L con llamadas y SMS, pidiéndole perdón, diciéndole que iba “pedo”, que era mentira, que no se había enrollado con ninguna guiri; que lo dijo para darle celos a L; que la echaba de menos muchísimo, que no podía vivir sin ella; que esos meses sin verla estaban siendo un infierno, que la quería muchísimo, que era la mujer de su vida, que por favor, le diera otra oportunidad, que estaban hechos el uno para el otro, y blablablaaaaaaaaaa...

Y ¿qué hizo entonces L? Exacto (¡pero qué listos sois!): lo perdonó y le dio una segunda oportunidad.
Así que se reconciliaron y volvieron.

Cuando me enteré, la verdad es que me alegré por mi amiga, por lo mal que lo había pasado, y porque, en fin, todo el mundo merece una segunda oportunidad. Aunque yo seguía teniendo mis serias dudas de que aquello fuera a funcionar.

Pero yo no era quién para hablar, ya que en aquella época estaba todavía con mi ex y la verdad es que tampoco nos iba demasiado bien: nuesta relación comenzaba a ser también bastante tóxica (a quien quiera conocer la historia entera, le remito a la entrada Dos historias de amor).

El caso es que, para mi desesperación, empezaba a ver muchos paralelismos entre la relación con mi ex y la de L y S.

Por eso, en aquel momento, yo no tenía fuerza moral para dar consejos a nadie, si ni siquiera yo misma me los aplicaba.

Volviendo al relato de L y S: después de aquella reconciliación, las cosas no se arreglaron por arte de magia. Los primeros meses, sí, claro, estaban como dos tortolitos, casi como cuando empezaron a salir.

Pero aquello duró poco.

Pronto volvieron a sus discusiones y problemas: mi amiga era (y es) muy insegura y muy dependiente; y él era (y sigue siendo) muy celoso y posesivo.

Aparte de que son muy diferentes: en algunas cosas, casi opuestos (por ejemplo: mi amiga es súper gastadora y él es muy tacaño). Y tienen caracteres, a mi modo de ver, incompatibles. Los dos, además, son bastante reacios a dar su brazo a torcer para llegar a un acuerdo. Y eso complica bastante las cosas.

En resumen: que durante todos estos años, han encadenado todo un rosario de rupturas y reconciliaciones que las amigas hemos perdido ya la cuenta. Y además, lo que en un principio nos hacía incluso gracia (y hasta nos alegrábamos por ellos cuando se reconciliaban), al final ya hasta nos resultaba una tomadura de pelo.
Y es que hemos hecho terapia de grupo con L, hasta la saciedad. Pero el problema es que ella no quiere ayudarse.

Mi amiga sabe que con S nunca va a encontrar el equilibrio y la felicidad. Ella misma nos ha confesado que tiene dudas; que en el fondo, intuye que él no es el hombre de su vida; que a veces cree que está con él por rutina, sólo por no estar sola.

La última vez que tuvimos una conversación seria L y yo, fue cuando, después de una de sus múltiples rupturas, me confesó que, de nuevo, estaban juntos. Me dijo: “Tengo que decirte una cosa, pero no sé qué te va a parecer...”.

Y yo: “¿Que tú y S habéis vuelto, por enésima vez, quizás?”

Ella, avergonzada, no supo qué contestar.

Yo le dije que allá ella, pero que, en mi opinión, estaba perdiendo el tiempo con una relación que no iba a ninguna parte. Y que, en realidad, seguían juntos sólo por el miedo a estar solos.

Entonces L contraatacó echándome en cara lo bien que se ven los toros desde la barrera, lo fácil que es hablar cuando no estás dentro de la situación.

Yo le contesté que estaba muy equivocada: en su momento, yo también había estado inmersa en una relación sin futuro a la que, aunque me costó muchas lágrimas, sí supe poner punto y final, cuando me di cuenta de que estar con alguien sólo por estar, es lo peor que puedes hacer: tanto a ti misma como a la otra persona.

(Para aquella época, yo ya había dejado a mi ex y estaba con mi actual novio).

L me dijo que, en realidad, yo tampoco había sido tan valiente, ya que, pocos meses después de dejar a mi ex, había empezado a salir con mi novio.

Vale. Pero no fue a cosa hecha. Yo dejé a mi ex, y meses después, empecé una nueva relación. No dejé a mi ex por mi actual novio.

Y, de todas formas, qué más daba eso: sus palabras confirmaban mi teoría de que, en el fondo, no dejaba a S porque no tenía una alternativa mejor. Que estaba con él únicamente por no estar sola.

Al final, le dije que hiciera lo que le viniera en gana, que ella era muy libre de hacer lo que quisiera. Pero que luego, cuando las cosas fueran mal, que no viniera a llorarnos y a calentarnos la cabeza con "si S es así o si S es asá". Y con que "la relación no me hace feliz, pero no me atrevo a romper"

Si quieres estar con él, perfecto. Con todas las consecuencias. Luego, no te quejes.

En fin... L no se tomó muy bien mi franqueza y estuvimos unos pocos meses algo distanciadas. Aunque, afortunadamente, el enfado se nos pasó y a día de hoy seguimos siendo buenas amigas.

Y os cuento toooooodo este rollo, porque ayer por la tarde, L, que hace como dos meses que volvió con S, después de la ruptura nº 8.527, (por poner una cifra), me llamó para contarme las idílicas vacaciones que ella y S habían pasado en las Islas Griegas.

Y no sólo eso: sino que SE CASAN. El año que viene a ser posible. Están ya mirando fechas para la boda

O_o

Me dijo que se ha dado cuenta de que S es el amor de su vida, y que ahora lo tiene más claro que nunca. Que, durante las vacaciones han tenido tiempo de hablar largo y tendido, se han perdonado todos los errores, y han descubierto que no pueden vivir el uno sin el otro. (De eso, doy fe).

Y yo, con cara de panoli (menos mal que no estábamos hablando cara a cara sino por el móvil), sin saber qué decirle.

¿Le doy la enhorabuena y voy buscando ya la pamela, o le digo claramente que lo que va a hacer es un error, que se está engañando a sí misma y que se la va a pegar?

Ése es mi dilema: ser crudamente sincera una vez más o ser cínica.

Si soy sincera, ya digo: le va a sentar mal, se va a volver a enfadar conmigo, y además, tampoco va a servir de nada, porque por un oído le entrará y por el otro le saldrá.

Y por otro lado: ¿quién soy yo para decirle que no se case con ese chico? Quizá, realmente, S sea el gran amor de su vida. Al fin y al cabo, es el chico con el que más tiempo ha estado y su relación más duradera y estable (dentro de la inestabilidad) hasta el momento.

Quizá soy yo la que está equivocada. Quizá a partir de ahora, lo suyo sí vaya a funcionar.

Quizá, quizá, quizá...

13 de agosto de 2010

Esas cosas típicas del verano...


¡Ay... el verano! Época vacacional por excelencia.

El verano es, si duda, la estación favorita de la mayoría de la gente, por lo que implica: más horas de sol, posibilidad de salir más, de viajar, de descansar,...

El verano tiene un no sé qué especial.
"Por fin llegó el verano", se suele decir, con entusiasmo.... (Cosa que no se dice habitualmente del otoño o del invierno).

Pero... ¿qué hace del verano una época tan especial y tan esperada? ¿Qué es lo que define al verano? ¿Qué es típico o habitual de esta estación?

Hay una serie de cosas (o personas) que se repiten de un periodo estival al otro. Sin ellas, no podríamos entender el verano, como tal. Son elementos que no pueden faltar en ningún verano que se precie.

Por ejemplo: ¿Qué sería un verano sin.....?

*Calor: es la característica que más define al verano: la época del año más calurosa.

De hecho, si os fijáis, en los telediarios y en algunos programas tipo España Directo, cada verano, sin faltar uno, tenemos la típica noticia: “Ola de calor en Andalucía” o “El verano más caluroso de los últimos X años”.
¿Os habéis dado cuenta de que, según estos programas, cada verano es el más caluroso de la historia?

Y, entonces, conectan en directo con el enviado especial, y ahí te ves al sufrido reportero, (al que han enviado a Sevilla, Córdoba, Badajoz... etc, sitios “fresquitos”, vamos), sudando la gota gorda, comentando que allí han llegado a los tropecientos grados centígrados.


Para demostrarlo, el reportero busca un testimonio y le pone la alcachofa a una señora que "justo pasaba por ahí" y que confirma lo de las altas temperaturas: Ojú, mi arma, la caló que estamo’ pasando, no se pué aguantá!

Sí: en verano, hace calor. Los termómetros suben, y las sensación térmica es agobiante.
Y aunque a mucha gente no le guste, tiene que ser así. No hay vuelta de hoja. En verano tiene que hacer calor.

*Abanicos, ventiladores, aires acondicionados, baños refrescantes... Lo que sea, para combatir las altas temperaturas.

Ahora, el aire acondicionado es la salvación: sobre todo en el coche, que se tira horas y horas al sol, el pobre. Pero, ¿os acordáis hace años, cuando los coches no llevaban aire ni climatizador? ¿Quién no se ha quemado el culo en un asiento que estaba a 80 ºC, después de haber dejado el coche toda la mañana al sol? Ayyyyy... Todo el mundo bajando las ventanillas, a ver si aquello se enfriaba, pero ni por esas, ¿eh?

*Helados, polos, horchata, leche merengada, granizados, sorbetes, tinto de verano, sangría, cervecitas bien fresquitas... Una estupenda (y deliciosa) forma de combatir el calor típico estival. (Y de paso, de ganar unos kilos, también).
 
                                             
*La canción del verano. Todo un clásico del periodo estival.

Hace años, el rey indiscutible e indiscutido de la canción del verano era Georgie Dann. Tema que sacaba, tema que se convertía en la canción del verano, y con el que se nos bombardeaba en todos lados durante 3 meses. ¿Quién no recuerda "hits" como La barbacoa o El chiringuito?
Pero aquello ya pasó. (¡Por suerte!)

Ahora, la cosa ya no está tan clara. Incluso ha habido veranos en que ha habido varias canciones del verano, sin que ninguna destacara sobre las demás. No ha sido el caso de este verano 2010, en el que Shakira, gracias al Mundial, se ha llevado el gato al agua, con su Waka-Waka (a pesar de la polémica de si se trata o no de plagio).

*El Tour de Francia y los sanfermines. ¡No fallan cada mes de julio! ¿Quién no ha madrugado para ver el encierro y/o se ha quedado sobado en el sofá, viendo la etapa del Tour?

*El bikini o bañador del verano pasado.... que, por alguna extraña razón, ya no nos queda tan bien como el verano pasado. ¿Será que encoge al mojarse? Un misterio, oye.
Yo creo que los fabricantes los hacen así, para que cada veran nos compremos uno nuevo.


*Las playas atestadas: la playa es, sin duda, el destino favorito para las vacaciones estivales. La imagen típica del verano es una playa llena de gente, ¿no?

                                                  
Tomar el sol, darse un baño, jugar a las palas, hacer un castillo de arena con los niños, broncearse, lucir tipazo (el o la que lo tenga), hacer la croqueta humana, comerse un bocata de tortilla y un plato de ensaladilla rusa (con su buena dosis de arena)...

Eso es un buen día de playa.


*La operación salida y la operación retorno: los que se van de vacaciones... Y los que regresan.
Se juntan unos y otros el mismo día, a las mismas horas, en la misma carretera, y claro, pasa lo que pasa...


Por cierto, la intención me parece muy loable, y sé que es necesario, pero ¿no creéis que la DGT se ha pasado 30 pueblos con la campaña de este verano para evitar los accidentes de tráfico? A mí sí me lo parece. Yo sé que tienen que ser anuncios impactantes, duros, fuertes., etc., para sensibilizar a la gente, ¡pero se han pasado! A mí, el spot de este verano me pone mala.... En cuanto aparece, cambio de canal.

NOTA: este finde, el del 15 de agosto, es de operación salida-operación retorno, así que, si vais a coger el coche, porfa, mucha precaución al volante, y ni una gota de alcohol, ¿¿eh??

*Los ligues/romances/rolletes de verano: duran lo que dura el verano, o sea, poco. Pero, bueno, que nos quiten lo bailao, ¿no?



*Las fiestas del pueblo: todo el mundo tiene un pueblo, y ese pueblo, indefectiblemente, celebra fiestas en verano (preferiblemente, en torno a la primera quincena de agosto). Y en esas fiestas nunca faltan: las verbenas en las que los abuelos bailan pasodobles agarraos, los concursos de paellas/migas, las vaquillas, la fiesta de la espuma, exhibición de bailes regionales... ¿A que sí? No falla...

*Los guiris: tropecientos turistas extranjeros vienen cada verano a las ciudades y pueblos de España. Un domingo de agosto por la tarde, en el centro de Valencia, sólo te cruzas con guiris. ¿Cómo detectarlos? ¡Fácil!

Tienen los cabellos muy rubios, las pieles muy rojas, llevan sandalias con calcetines, peazo cámara de fotos Nikon o Cannon, y suelen caminar un tanto desorientados mientras consultan un plano de la ciudad. Y no, no es un topicazo. ¡¡Son así!!


*El síndrome postvacional, que algunos, que ya hemos acabado nuestras vacaciones, ya estamos padeciendo.


Ayyyyyy... el verano... Qué rápido se pasa, ¿verdad? A mí, personalmente, es una época que me encanta. Con sus pros y sus contras. ¿Y a vosotros?


*Por cierto, estoy segura de que me he dejado en el tintero un montón de cosas que definen al verano o que son típicas de esta estación. Si se os ocurre alguna o algunas que no haya puesto yo aquí, por fa, ¡¡¡decídmelo!!!



8 de agosto de 2010

Reencuentro

Ayer, iba paseando por el centro de Valencia.

J.J. trabajaba todo el día y a mis amigas las tengo desperdigadas por ahí: unas de vacaciones, otra que acaba  de ser mamá y no tiene tiempo para nada que no sea su bebé...

En fin, que iba sola.Y en eso que entro en la Casa del Libro. Me encanta esa librería. Podría pasarme una tarde entera mirando títulos: best-sellers, novedades editoriales, clásicos, cómics, libros de arte, de moda,...

Vamos, que para mí, la Casa del Libro es un paraíso.

Y ahí estaba yo, hojeando un ejemplar de Los ojos amarillos de los cocodrilos, el último exitazo literario en Francia, cuando de repente, alguien me toca el hombro y una voz masculina me dice: ¡Hey, Gata! ¿Qué tal?

Me giro y veo a un chico sonriéndome.

Tardé unos segundos en reconocerlo. (Qué vergüenza. Aunque, afortunadamente, creo que él no se dio cuenta de mi torpeza).

Pero es que... ¡había cambiando tanto desde la última vez que lo vi...!

Al ir a darle dos besos y saludarlo, me embriagó su olor. Llevaba colonia... y de las caras. ¿Él con colonia? ¡Sí, definitivamente, había cambiado mucho!

Así, empezaron las típicas preguntas: ¿Cómo te va? ¿Qué es de tu vida? ¿Por dónde paras? ¿Qué haces ahora?...

Decidimos salir a la calle, para poder continuar con la conversación tranquilamente, sin molestar a los demás clientes de la librería.

Allí estábamos, en plena calle Colón: dos personas que, en su día, compartieron algunas, bastantes cosas y que hacía siglos que no se veían. Porque aquello quedaba tan, tan lejano... Concretamente, habían pasado 8 años.

Conocí a Álex en un curso de francés, el año que yo estudiaba cuarto de carrera. Él, por su parte, intentaba sacarse, por segunda vez, quinto de Historia. Iba poco a poco, como él mismo reconocía.

Era un tipo peculiar: con su melena que a veces recogía en una coleta, su barbita de algunos días y sus gafitas metálicas, me recordaba vagamente a John Lennon.

No era nada pijo, sino todo lo contrario. Más bien era alternativo. Solía llevar vaqueros desgastados y camisetas o sudaderas bastante hechas polvo. Odiaba las marcas. Y es que en aquella época, iba de "comunista convencido". Pero comunista de manual: tenía El manifiesto comunista de Marx y Engels en su mesilla de noche.

Por eso, me sorprendió tanto verlo ayer con el pelo corto, perfectamente afeitado, con gafas de pasta, bermudas y camiseta surfero-pijas, y zapatillas Nike.

Parecía otro. ¿Se había aburguesado? ¿Había renunciado a sus ideales? ¿Se había dado cuenta de que el comunismo es una utopía? ¿Había sucumbido a los encantos del capitalismo? Parece que sí.

Volviendo a nuestra historia: Álex y yo conectamos desde el principio. Él me parecía un tipo realmente interesante, divertido e inteligente. Físicamente no era un guaperas, pero tenía su punto. Sobre todo los ojos. Tenía unos ojos verdes realmente impactantes. Preciosos.
La verdad es que nos reíamos mucho, porque teníamos un sentido del humor bastante similar.

Aunque no fuimos los únicos en hacer amistad: Álex se hizo bastante amigo de Joan, otro chico tan alternativo como él, mientras que yo me relacionaba sobre todo con una chica llamada Lucía.

Lucía estaba en segundo de derecho y era pija no, pijísima.
De vaqueros Levi’s, mechas rubísimas, pendientes de Tous, zapatillas Reebok y Volkswagen Polo que le había regalado su papá en cuanto se sacó el carnet de conducir. Era ideal.

Al final, acabamos haciendo piña los cuatro, y cada vez era más frecuente vernos en el bar de la esquina, tomando un café o una Coca-cola después de clase. Recuerdo aquellas tardes de risas, fútbol, pseudo-panfleto político, repaso de lo dado en clase, etc...

Pronto, las quedadas para después de clase empezaron a sabernos a poco, y empezamos a quedar también algunos viernes por la noche o sábados. Íbamos al cine o a tomar una copita, y solía acompañarnos también la novia de Joan.

Efectivamente, en aquel momento, sólo Joan tenía pareja. Los demás, estábamos solteros. Y, cómo no, cuando hay chicos y chicas juntos y sin pareja... al final, acaba surgiendo algo.

Entre nosotros se formó un triángulo amoroso que "pa’ qué".

A Álex empecé a gustarle yo. Y a mí, la verdad es que también me hacía "tilín".
Para rematar, Lucía estaba coladita por Álex.
Sí, la pija por antonomasia, loquita por los huesos del comunista alternativo. Y es que, como se suele decir, los polos opuestos se atraen.

Pero no era algo mutuo: Álex pasaba bastante de Lucía y ella lo llevaba fatal.

Con todo, ella no se rendía: le mandaba sms a Álex para cualquier tontería, lo agregó al msn para chatear con él, e incluso más de una vez lo llevó en su coche a la academia de idiomas.
Se convirtió en su mejor amiga.

Aunque él seguía viéndola como eso: una amiga... y seguía intentando ligar conmigo. Me mandaba sms para preguntarme cómo había tenido el día, me decía que iban a quedar, que a ver si me apuntaba... Y a mí cada vez me gustaba más, aunque sabía que tenía una rival: Lucía.

Una noche, quedamos los cuatro más la novia de Joan para cenar y después salir de copas.

Lucía se puso su modelito más espectacular. Era su gran noche. Estaba convencida de que iba a triunfar con Álex. De hecho, se sentó a su lado y estuvo toda la cena haciéndole ojitos.

Después de cenar, fuimos al Carme, zona de pubs y marcha por excelencia.

A eso de las 3 de la mañana, íbamos ya bastante "contentos"...

En el pub, yo tenía a Álex cada vez más y más cerca. Me hablaba cada vez más al oído. Notaba su aliento, su aroma, su calor... Y por encima de su hombro, podía ver a Lucía fulminándome con la mirada, apurando su cubata y diciéndole algo a Joan. Parecía realmente jodida.

Llegó la hora de irse. Álex me acompañó a casa, mientras que Joan y su novia acompañaron a Lucía. Cuando me despedí de ella, tuve la certeza de que nuestra breve amistad había acabado esa misma noche.

Llegamos a mi casa: Álex y yo continuamos charlando un ratito dentro del coche... De repente, me atrajo hacia él, empezó a besarme dulcemente, mientras metía una mano bajo mi camiseta.
Yo le seguí el rollo. Me encantaba.
La verdad es que esa noche fue inolvidable.

Estuvimos besándonos mucho rato, también estuvimos hablando, riéndonos... Pero yo no podía evitar pensar en Lucía y en cómo se lo tomaría.

El caso es que se nos pasó el tiempo volando en el coche. Eran más de las 6 de la mañana, cuando entraba en mi casa.

Así pues, Álex y yo empezamos a salir. Pero fue una relación bastante efímera. Apenas estuvimos tres meses juntos. Yo creía que, si como amigos nos llevábamos tan bien y nos reíamos tanto, como pareja sería aún mejor. Pero me equivoqué.

La verdad es que fue una relación un poco desastrosa. Para mí fue decepcionante. Aunque eso sí, debo decir que como amante, Álex era bastante bueno.

A todo esto, Lucía se lo tomó bastante mal, como era de esperar. Conmigo apenas hablaba, aunque mantenía contacto con Álex de vez en cuando.

Sobre mi relación con Álex, es cierto que me gustaba, y que lo pasábamos muy bien juntos, pero había una cosa que no me gustaba de él: no era nada detallista, ni romántico. Era de esos chicos que nunca te dicen lo guapa que estás, lo mucho que le gustas... y aún menos “Te quiero”. De esos que piensan que si están contigo es porque les gustas; si no, no estarían contigo. Que no hace falta demostrarlo.

Pero yo necesito que un hombre tenga detalles conmigo. Que me demuestre que me quiere.
Necesito un poco de romanticismo. Sí, lo reconozco: soy una romanticona. ¿Qué le voy a hacer?

Entonces, las cosas empezaron a ir mal entre nosotros. Yo estaba frustrada porque no tenía lo que quería. Y él no podía o no sabía dármelo. No le nacía ser detallista ni cariñoso.

Y a mí no me bastaba con reírme con él. Eso ya lo tenía cuando éramos colegas. No me bastaba con que el sexo fuera bueno.
Necesitaba sentirme especial, sentir que era importante para él. Sentir que me quería de verdad, que no era un rollo pasajero.

No quería un anillo de brillantes, claro que no. Simplemente, un sms cariñoso de tanto en tanto. Alguna palabra cariñosa, algún piropo.

Que fuera a recogerme por sorpresa a la facultad.

Que me llevara al cine a ver esa peli que a mí me apetecía tanto ver, aunque a él le horrorizara.

Alguna cenita en un sitio bonito.

...

No sé, esas cosas. Con Álex, eso era casi impensable. Éramos tan diferentes...

Al final, la chispa se extinguió... La cosa no daba más de sí. Y decidimos dejarlo de mutuo acuerdo. Pero con la intención de seguir siendo amigos.

Entonces, Lucía, por fin, vio el camino libre. Y contraatacó: no paró hasta conseguir a Álex.
Le mandaba sms para animarlo y para quedar con él constantemente, se pasaba las horas en el msn, chateando con él, quedaban juntos a tomar algo...

Cada vez que me conectaba al msn, ahí estaban ellos. ¿Es que no hacían otra cosa? Yo pasaba de unirme a la conversación y enseguida me desconectaba. O ponía mi estado como "No conectado". Pero me moría por saber de qué estarían hablando.

Afortunadamente, el curso acabó y llegó el verano. Como no había clase, no tenía que verlos cada semana. Me fui de vacaciones e intenté desconectar y olvidarme de todo aquello.

Acabado el verano, una tarde de septiembre, recibí un sms de Álex. Me preguntaba qué tal había pasado las vacaciones. Y me decía que él y Lucía estaban juntos.

"Genial. Gracias por restregármelo por los morros", pensé para mis adentros. Sí, nunca tuvo mucho tacto.

La verdad es que no me sorprendió nada. Le contesté fríamente y le deseé suerte con "Ella".

Sé que estuvieron juntos casi dos años. (Vaya, al final, el comunismo y el pijerío eran más compatibles de lo que yo creía).

Mantuve el contacto con Álex un tiempo. Si habíamos sido amigos primero y pareja después, no tenía sentido cortar la relación de golpe. Además, él quería mantener la amistad conmigo.
Así que yo intentaba hacer ver que aquello no me afectaba. Que incluso me alegraba por ellos. (¡Mentira!)

Y tan bien disimulé, que Álex se lo creyó y hasta me contaba detalles de su relación con Lucía. Como si fuéramos colegas.
Pero los celos me comían, ésa era la verdad.

¿Por qué conmigo no había funcionado y con ella era todo tan idílico? Con Lucía sí parecía tener detalles que conmigo nunca tuvo. Parecía realmente enamorado. Atontado.
Él, que me había dicho en su día que nunca se fijaría en una chica como ella.

Sí, sentía unos celos ridículos, que no veían para nada a cuento: lo nuestro había acabado, Álex era libre... pero no podía evitar sentirme así. Y me fastidiaba realmente sentirme así. Quería borrarlo de mi cabeza pero cuanto más intentaba no pensar en ellos, más me acordaba.

Era como si, viéndolos juntos, sintiera que había perdido mi oportunidad con Álex. Que había dejado escapar a un chico fastástico por ser tan caprichosa.

Y lo que más me molestaba: ¿por qué tenía que ser precisamente con Ella? ¿No había otra chica?

Al final,  Álex y yo acabamos perdiendo el contacto. Nuestra amistad, ya tan falsa, se enfrió.
Lucía y yo no teníamos lo que se dice buen rollo y a ella no le hacía gracia que yo hablara con él, algo por otro lado muy normal.

Además, yo no quería seguir disimulando. ¿Para qué? Necesitaba pasar página. Aquello no tenía sentido.
Así que dejamos de hablar y de vernos.

Y pasó el tiempo...
Nuestro contacto se redujo a algún e-mail de vez en cuando, para ver cómo nos iba, o a algún sms de felicitación de Navidad y Año Nuevo. Poco más.

La última vez que vi a Álex fue también un encuentro casual por la zona de facultades, hace ya 3 años o así. Ya no estaba con Lucía, según me contó.

Me dijo que la cosa entre ellos había acabado mal. Ni siquiera mantenían el contacto.

Y ayer, otra vez, me encuentro con él.
Pero ya no era el Álex que yo recordaba. Estaba distinto. Ya no sólo físicamente. También su forma de ser.

Parecía mucho más serio, más maduro. Era como si hubiera sentado la cabeza.  Me contó que estaba opositando para profesor de Geografía e Historia. (La última vez que hablamos había acabado la carrera, al fin).

También me dijo que tenía novia un año y medio ya, pero que ahora ella estaba en Londres estudiando. Se le veía enamoradísimo.

Yo le conté mi situación laboral y sentimental actual y pareció alegrarse sinceramente. De hecho, me dijo: “Me alegro que todo te vaya tan bien y que estés tan enamorada. Te mereces lo mejor”.

Vaya, me sorprendió que él dijera una frase así. Realmente, había cambiado mucho.
Y así, sin más, nos despedimos, deseándonos suerte.

Recuerdo que me giré y estuve observándolo mientras se alejaba.

Y me alegré de que las cosas entre nosotros hubiran salido justo como salieron. No podía haber sido de otra forma.


*PD: ¡¡Este blog tiene ya 30 seguidores!! Muchas gracias a todos ellos, a todos vosotros... y gracias también a los que me leen sin seguirme.

¡Besos!



7 de agosto de 2010

Para toda la vida



Ya está. Al fin me decidí.

Ya tengo mi tatuaje en mi espalda. Fui el jueves por la tarde a hacérmelo.

Al final, el diseño que elegí fue un hada sentada de perfil, abrazándose las piernas. La verdad es que es muy bonita y estoy muy contenta con el resultado... Aunque los días previos lo pasé bastante mal.

En un principio, quería tatuarme un gato. Pero empecé a buscar diseños en Internet y a mirar en catálogos de diferentes estudios de mi ciudad, y, la verdad, no me gustaba ninguno.

Eran gatos demasiado abstractos, demasiado esquemáticos; algunos, incluso tribales. Luego estaban los gatos de dibujos animados, o la ya tan trillada Hello Kitty. Y yo no quería eso.

Luego, los pocos diseños de gatos que vi más realistas, eran demasiado realistas para mi gusto. Más que gatos, parecían linces. Eran demasiado feroces, demasiado salvajes, y no me parecían nada femeninos.

Así que, dado que no vi ninguno que me gustara, empecé a desechar la idea del gato.

Un día, por casualidad, en uno de los estudios de tatuajes que visité, me puse a mirar el catálogo de diseños de hadas, duendes, etc. Y vi unos cuantos dibujos de hadas que me gustaron. Aunque no había ninguno que me conquistara totalmente.

La verdad es que desde siempre me han fascinado las hadas. Me parecen tan bonitas, tan etéreas... Las veo como un símbolo de libertad, de feminidad, de magia y de eterna juventud.

Así que, definitivamente, decidí tatuarme una de ellas.
Pero hasta que encontré la que me gustó, también pasaron muchos días y muchas búsquedas en Internet.

Porque muchos diseños se repetían de unos estudios a otros, y también aparecían en Internet hasta la saciedad. Y yo no quería llevar lo mismo que (casi) todo el mundo. (Aparte de que algunas hadas me parecían bastante feíllas... No sé, cutres, chonis...).

Finalmente, una noche, mirando en Internet, en una web de una ilustradora de seres fantásticos, di con LA MÍA. Nada más verla, supe que era ésa. Me cautivó.

Vale, ya tenía claro el diseño, pero faltaba elegir el estudio donde me lo haría. Otra de las decisiones más importantes a la hora de hacerse un tattoo: en qué manos te pones.

Al final, opté por el que me recomendó una compañera de trabajo que ya se ha hecho tres tatuajes en ese estudio. El chico la verdad es que tiene unas manos mágicas: ha ganado un montón de premios en varias convenciones, así que me daba bastante confianza.

Una tarde de finales de junio me presenté allí, les llevé el diseño que había elegido y la chica, que es la dueña del estudio y la que hace los piercings, me dijo que tenía que hacerlo un poquito más grande, para que los detalles se vieran bien.

Yo me asusté un poco y le dije que no lo quería muy grande. Entonces ella me tranquilizó y me explicó que no me preocupara que apenas serían un par de centímetros más, para que los rasgos faciales se apreciaran bien.
Porque si es muy pequeño, y la cara no queda nítida, al final resulta una chapuza de tatuaje. Además, me propuso cambiarle la cara por otra más bonita. Me enseñó varias, y elegí la que más me gustó.
O sea, que realmente, mi hada es única. No hay otra igual.

Al volver de vacaciones, (con eso de que no te puede dar el sol pospuse el tattoo a después de las vacaciones playeras) la chica me llamó y me dijo que me pasara por el estudio, para ver el diseño con su tamaño definitivo. ¡Menos mal! No era demasiado grande (12 cm de alto por 8 cm de ancho, aproximadamente, que para la zona lumbar no está mal).

Firmé mi consentimiento y pagué 50 euros de señal. Una semana después tenía cita para tatuarme.

La noche anterior al día D me costó dormir... ¡Tenía unos nervios!

Y sí, lo reconozco, tenía MIEDO. Miedo sin paliativos. Acojone total.
A todo: a que algo saliera mal, a que no me gustara después el tattoo, a arrepentirme,... pero sobre todo, al dolor.

¿Cuánto me dolería? ¿Sería capaz de aguantar todo el tiempo? La chica me había dicho que, para ese diseño, la sesión sería de una hora.
¿¿¿Una hora??? Glupssss....

Así que le pregunté a mi compañera de trabajo, ya veterana en estas lides, por si me podía ayudar, ya que ella tiene uno de sus tattoos también en la zona lumbar. Pero poco me pudo ayudar, ya que me explicó que eso del dolor varía de unas personas a otras, que no hay una norma fija. Y que precisamente, ella es una persona que aguanta bastante bien el dolor.

Vaya... tengo una compañera “faquir” y no me había dado cuenta.

Entonces recurrí a Internet: los foros. ¿Qué haría yo sin ellos?

Aunque más me hubiera valido no mirar en los foros, ya que, más que ayudarme y tranquilizarme, me metieron más miedo. Por un lado estaban los sobrados que decían que “no duele nada, apenas es una molestia, no es para tanto”.

Bah, eso no me lo creo ni jarta de vino...

Luego estaban los que decían lo mismo que mi compañera: que todo depende de la persona y de su umbral del dolor.

Vale. Eso ya lo sabía...

Y luego estaban los exagerados; o más bien debería decir las exageradas. Por ejemplo, una chica que se lo había hecho, como yo, en la espalda decía algo así como: “sí que duele; yo sentía como si me machacaran la columna...”

O_o

Como podéis imaginar, después de leer eso, un sudor frío me recorrió toooooda la espalda... ¿Con qué la habían tatuado? ¿Con una Black and Decker?

Y así, llegó el día D. Y yo con un canguelo...

Ese día me costó incluso concentrarme en el trabajo.

J.J. me recogió del curro y me acompañó al estudio. La verdad es que el hecho de que estuviera conmigo en esos momentos me ayudó muchísimo. Son de esas cosas que le agradeceré infinitamente. El apoyo moral en momentos así es fundamental.

Cuando llegué al estudio, la dueña estaba hablando con unos chavales que querían hacerse un tattoo y estaban pidiendo cita. Igual que yo hacía poco más de un mes. Pero ése era MI día.

Y tenía tanto miedo que estuve a punto de mandarlo todo a la porra, incluso de renunciar a los 50 euros de señal e irme. Sí, me dio un pequeño ataque de pánico.

Nada serio...   J.J. me dijo que todo iba a salir bien, que no me preocupara. Que ahora, después de tanto tiempo, no tenía sentido echarme atrás. Que yo quería el tatuaje y que, quien algo quiere, algo le cuesta.

Así que, sin casi darme cuenta, ya estaba en la sala de tatuajes, sentada en la camilla, esperando a que empezara todo.

El tatuador me tranquilizó diciéndome que es normal tener miedo, cuando se trata del primer tattoo. Pero que no me preocupara, que no duele tanto como la gente cree.

“Bueno, eso ya lo veremos...", pensaba yo.

Ya estaba todo preparado: la aguja, la pistolita, los tubos de tinta, los cartuchos... Y yo.

Lo primero que me hizo el tatuador fue transferirme con tinta el dibujo, del papel a mi piel. (Sobre esa plantilla, me haría el tatuaje). Me lo enseñó a través de un espejo y vi, más o menos, cómo sería más tarde, el tatuaje.

-Así bien?- me dijo.

-Perfecto- le contesté.

-Pues vamos allá-dijo.

Ya no había vuelta atrás. La suerte estaba echada.

El tatuador puso la pistola en funcionamiento....

Ese ruidito.... GGGGGGGG.... Yiiijjjjjj.... Como cuando el dentista te hace una limpieza bucal.

Afortunadamente, el hilo musical estaba a toda castaña, para minimizar el dichoso ruidito. Eso sí, todos los greatest hits de Michael Jackson, empezando por Thriller (¡muy “apropiado”!), me los oí en la sesión.

Y empezó a tatuarme.
La primera vez que la aguja me tocó, no sentí dolor, propiamente dicho. Era como si me rasparan con un objeto metálico y algo puntiagudo: como un boli sin tinta o unas llaves. Era más molesto que doloroso. No notaba pinchazo, sino más bien raspado.

Pero conforme pasaba una y otra vez por el mismo sitio, la sensación se iba haciendo más desagradable. Entonces la molestia era algo más dolorosa, pero no un dolor insoportable, de ponerse a llorar y salir corriendo. Eso, no.

De hecho, no tuve que pedirle al tatuador que parara ni una vez. Aunque, bueno, en realidad, no estaba todo el tiempo dándome con la pistola. Paraba, me pasaba un paño húmedo con un líquido desinfectante, otras veces me echaba un poco de agua... ¡Eso sí que me aliviaba!

Como estaba de espaldas al tatuador, no pude ver cómo lo iba haciendo. Pero creo que es mejor así, porque si lo vas viendo, parece que te pones más tensa cada vez que ves que vuelve a la carga. Mientras que de espaldas, como no lo ves, no sabes qué va a hacer en cada momento.

El chico me dijo que dolía un poco más al principio, lo que es el trazado del contorno; y que luego, el relleno dolía menos.

Personalmente, no noté ninguna diferencia entre una fase y otra. Y es que es cierto que cada persona es un mundo.

Pero, vamos, que no fue para nada traumático ni sentí en ningún momento que me machacaran la columna, como decía aquella. Para mí, lo más doloroso fueron las zonas más blandas: cerca del culete y de la cadera.

Aunque, eso sí: los últimos 10 minutos se me hicieron bastante largos: tenía la pierna derecha ya medio dormida y me temblaba un montón (el tattoo lo tengo en la parte derecha de la zona lumbar, pero se ve que el hormigueo se acaba transmitiendo también a la pierna) y ya empezaba a ser realmente molesto cada vez que pasaba la pistola. Esta ya deseando que acabara...

De todas formas, cuando me quise dar cuenta, el chico paró y me dijo: “Ya lo tienes”, y me pasó nuevamente el paño humedecido.

En ese momento, por encima del Billie Jean de Michael Jackson, escuché en dolby sorround dentro de mi cabeza el ALELUYAAAAAAAA del Mesías de Haëndel.

¡Todo había acabado!

Después de lavarlo, me lo enseñó y... ¡ME GUSTÓ MUCHO!

Ufffff, menos mal. Porque eso es ya para toda la vida, como para que luego no te guste...

Me lo cubrió con film de ese transparente que se utiliza en cocina para conservar alimentos, sujeto con esparadrapo (sí, nada glamouroso) y me dijo que hasta pasadas 3 horas no me lo quitara. Luego me lo tenía que lavar con agua y jabón y ponerme Bepanthol pomada, que compré en una farmacia al salir.

Que por cierto, esta pomada, que hay que ponérsela un mínimo de 3 veces al día durante una semana, está indicada expresamente para irritaciones, rojeces... y tatuajes. Sí, tatuajes. Esto nos da una idea de la popularidad que estos han conseguido en los últimos años.

Y... eso fue todo. Ya tengo mi tattoo. El que me va a acompañar toda mi vida. Y me encanta.

La verdad es que, ahora, a toro pasado, puedo decir que estoy muy contenta. El tattoo es una chulada: no me canso de mirármelo una y otra vez. Lo que pasa es que, como lo tengo en la espalda, me toca ir cada vez al espejo del cuarto de baño para verlo bien.

Y, de verdad, que el dolor no es para tanto. Vamos, que si alguien quiere hacerse un tattoo, pero lo único que le frena es el tema del dolor, que no se eche atrás por eso. Que se soporta perfectamente. Es un rato.

Otra cosa es que no estés seguro de hacértelo por si luego te arrepientes. Eso sí que hay que tenerlo claro no, clarísimo, porque un tattoo es para toda la vida. Vale, ahora se pueden quitar, pero el proceso es caro, lento y también doloroso (es con láser). Y siempre quedará una marca.

Ahora estoy en proceso de curación/cicatrización. La zona me escuece aún un poco y está todavía algo enrojecida. La sensación es como cuando te quemas en la playa.

Así que voy todo el día con la riñonada embadurnada con la pomada esa pringosa, que estoy harta de ella, porque mancha la ropa y es un engorro.

Pero bueno, todo sea por mi salud y porque el tattoo quede bien y se mantenga así durante mucho tiempo. Si hay que ponerse el pringue ese, pues me lo pongo. ¡Qué remedio!

En fin, que ésta es mi experiencia con el mundo de los tatuajes. Si a alguien le sirve de ayuda, yo que me alegro. Y si no, una batallita más que os cuento.

La vida es eso: un cúmulo de anécdotas y experiencias.

Y vosotros: ¿tenéis algún tattoo? ¿Tenéis idea de haceros? ¿Os aterroriza la idea? ¿No os gustan los tatuajes?....

Hagan debate, señor@s...
;)



4 de agosto de 2010

Croissants auténticos



Hoy... (bueno ya ayer), presencié una escena entre dos compañeras de trabajo y todavía me estoy riendo al acordarme del corte que le pegó una de ellas a la otra.

Pero antes que nada, os presento a las dos protagonistas:



Compañera 1, a la que llamaré Acelga.

Acelga pertenece a ese grupo de mujeres cuyo mayor logro y máxima aspiración en esta vida es caber en la talla 36. Más allá de la 36-38 no hay vida. Más allá de la 36-38, eres una foca. Así de simple

Para mantener esa talla, Acelga no ingiere nada que no sea: lechuga, menestra, coles de Bruselas, pechuga a la plancha, manzanas, zumos de frutas, Coca-Cola light y yogures desnatados. Amén de machacarse en el gimnasio todos los días sin faltar uno.

Acelga es de esas chicas que creen que una mujer nunca está lo suficientemente delgada, se pasa la vida calculando las calorías de los alimentos y vive pendiente de la báscula. Engordar un gramo es una tragedia. Y un lujo que ella no se permite.
Acelga va siempre di-vi-na, con ropa y complementos de marca, sabe muuuuuuuuuuucho de moda y estilismo, va por la vida de fashion victim, toma rayos UVA y es totalmente superficial.

Y lo peor de Acelga es que no sólo se cuida ella, sino que quiere adoctrinar al resto de personas en la importancia de comer de forma equilibrada (léase estar permanentemente a dieta, como ella).
Sí, Acelga es de esas personas que puede sufrir un síncope si te zampas un bocata de calamares ante sus ojos.

Compañera 2, a la que llamaré Auténtica.

Auténtica es una mujer inteligente, divertida, con carácter y mucha personalidad.
Auténtica es auténtica, una mujer real. Con sus caderas, su celulitis,... vamos, como la mayoría de mujeres (excepto las Acelgas).  Pero eso no le quita el sueño ni le hace perder autoestima. Y eso la convierte en una persona muy atractiva.
Para ella, hay otras cosas más importantes que la talla de ropa o el peso. Auténtica se ríe de sí misma y sabe disfrutar de los pequeños placeres de la vida, sin castigarse ni sentirse culpable después.

Y ahora, la escena:

Auténtica vuelve a la redacción con una bolsa de mini-croissants rellenos de chocolate que ha comprado en el horno de la esquina. Recién hechos... mmmmmm...
Cuando la veo entrar con los croissants, miro rápidamente a Acelga y pienso: "Se está mascando la tragedia".

Auténtica se sienta en su mesa, abre la bolsa de croissants y nos ofrece: "Chicas, ¿queréis?".

"¡Dios... veo nubarrones en el cielo! ¡¡Se avecina una tormenta!!"

Yo le digo amablemente: "No, gracias, ya he almorzado".

Entonces, Acelga, que absorta como estaba en su ordenador, no se había dado cuenta de nada, reacciona.
Gira la cabeza hacia su izquierda y entonces ve a Auténtica tan feliz, mojando un croissant en el café.

Sacrilegio. Oda al colesterol y las grasas saturadas.
Esto es mucho más de lo que Acelga puede soportar.
Acelga no da crédito. Se quita sus gafas de Prada, parpadea todavía incrédula y pone los ojos en blanco:

Acelga: Tía... ¿¿¿pero tú no estabas a dieta???

Auténtica: Sí, bueno... p-p-p-ero....

Acelga: ¿Y qué haces comiendo "curasssssanes"?  ¿¿Tú eres consciente de las calorías que tienen??¡¡Engordan un mogollón!!, ¿¿¿sa'es????

Auténtica: B-b-b-ueno, yo...

Acelga: Y no sólo eso, ¿sa'es que a la bollería industrial le echan un montón de grasas hidrogenadas, que son malíiiiiiiiiiiiiissssssimas para la salud? Si de verdad tienes hambre, lo que debes hacer es comerte un yogur, unas galletitas integrales o una pieza de frutan que te sacian y no engordan, ¿sa'es?

(Auténtica respira profundamente antes de hablar):

Auténtica: Mira, bonita: no fumo, no bebo, y últimamente, ya ni follo, ¿¿SA'ES?? Así que el único vicio/placer que me queda es la comida. Y sí, estoy a régimen pero hoy he decidido saltármelo directamente. ¿Algún problema? ¿He ofendido a San Biomanán?

Acelga: Mujer, no te enfades, si yo lo decía por...

Auténtica: Además, trabajo bastante más que tú, y necesito un mayor aporte calórico. Y sí, me voy a poner morada de croissants. A tu salud. Hala, cómete tu barrita de cereales integrales y vete a darle la brasa a otra. Que mira que te pones cansina con las grasas, las calorías, el colesterol y toda esa mierda...

Acelga: ...

Toma ya, ahora vas y lo cascas...

(Si ya me caía bien antes, después de esto, soy la fan número 1 de Auténtica).

2 de agosto de 2010

Boda a la carrera



El sábado estuve con J.J. en la boda de uno de sus mejores amigos.
El enlace se celebraba por lo civil en Albacete, la patria chica del Novio.

Debo decir que hasta casi última hora no me decidí a asistir a dicha boda, ya que apenas conocía a los Novios. Y lo de ir a Albacete el penúltimo día de mis vacaciones me apetecía casi tanto como asistir a un concierto de Tamara (la chunga).

Pero bueno, como a J.J. le hacía ilusión que lo acompañara (y dado que en el fondo soy una romántica empedernida), al final pensé “¿Por qué no? Puede ser divertido...”.
Así que me compré un bonito vestido de seda verde esmeralda de la firma Studio Classics y fui con él al bodorrio.

Ejem... con él y con otros dos amigos suyos (y del Novio). Los llamaré Adicto-al-trabajo y Alegre-de-la-vida.

El plan era recoger a Adicto-al-trabajo, tomar la carretera de Albacete, pasar por el pueblo de Alegre-de-la-vida, comer allí cualquier cosa y, acto seguido, dirigirnos los cuatro a Albacete, en cuyo Ayuntamiento Viejo se celebraba la boda civil a las 19 horas.

Acabada la boda, pasaríamos la noche en el hotel en el que se celebraba el convite (y donde se alojaban casi todos los demás invitados) y al día siguiente, o sea, el domingo, regresaríamos a Valencia.

Un poco estresante, pensé yo. (Sí, pero no imaginaba hasta qué punto).

El día fue más o menos así:

12.15: J.J. y yo salimos de casa en dirección a casa de Adicto-al-trabajo.

12.20: Mierda. Acabo de recordar que no he cogido bolso de fiesta. El único que tengo está en casa de mis padres, pero ellos están ahora en el pueblo y yo no llevo las llaves de su casa.
Así que no hay nada que hacer. J.J. me sugiere que lleve el bolso de diario.  O_o

Le digo que ni de coña.
Entonces me dice que para qué quiero llevar bolso de fiesta, si estorba más que otra cosa.
Me encanta la lógica masculina. MODO IRÓNICO ON.

Me lamento al pensar que seré la única invitada que irá sin bolsito-bombonera.
Cachis. Con lo mono que es el vestido...

13.00: Recogemos a Adicto-al-trabajo (más su traje, su equipaje y su ordenador portátil    O_o).
En el Ford Fiesta de J.J. vamos 3 personas, 2 trajes, un vestido, y nosecuántos bultos más. (Parecemos los gitanicos del mercadillo en la furgoneta).

13.15: Salimos de Valencia y cogemos la carretera de Alicante-Albacete.
Presiento que este va a ser un día muy largo...

14.00: Llegamos al pueblo de Feliz-de-la-vida. Allí son fiestas y Alegre-de-la vida lleva una resaca que no se aguanta. Antes de comer, nos propone darnos un chapuzón en el río.  O_o

Fantástico. Nadie nos había dicho nada de darnos ningún baño y yo no he cogido bikini.
J.J. tampoco ha cogido bañador, pero como lleva bermudas puede bañarse perfectamente con ellas.

J.J. me mira con carita de "¿Puedo? ¿No te enfadas?"
Le digo que no se preocupe, que se bañe con sus amigos, que yo les guardo las cosas mientras tanto.
Se van los tres tan contentos.

14.05: Empiezo a arrepentirme de haber sido una novia tan enrollada: estoy en la orilla, sentada sobre la toalla, con mi falda vaquera y mi camiseta NEGRA (para más inri). Hace un calor abrasador.
Observo a J.J. y a sus amigos cómo se bañan y refrescan. Los estoy odiando (un poquito).

14.10: ME ABURRO. Mucho.
Como no tengo con qué entretenerme, me dedico a observar a los demás bañistas. Madres histéricas, niños llorones, abuelitas en bañador, grupos de jovencitos ciclados y tatuados con sus novias monísimas.
Me doy cuenta de que soy la ÚNICA en todo el río que va vestida. Todo el mundo va en bañador y/o bikini. (Lógico).
La gente me mira con cara de lástima. Debemos estar a unos 37º C.

Mi camiseta negra ha absorbido todo el calor de que es capaz. Creo que me voy a derretir.

14.15: Sigo viva. No me he carbonizado aunque creo que me he quedado pegada a la toalla.
El tiempo pasa muuuuuuuy lento.

14.20: ¡¡¡¡¡¡ALELUYAAAAAAA!!!  J.J. y sus amigos salen del río, bien fresquitos ellos.
Mi camiseta echa humo.

14.30: Hora de comer. Llegamos al chiringuito. Alegre-de-la-vida ha encargado paella.
Guay. Una comida lo que se dice “ligera”.

(Llevo una semana a semi-dieta para caber en el vestido que es de raso y bastante ajustado. ¿Y voy a tirar todo mi esfuerzo por la borda poniéndome hasta las trancas de paella? De eso nada. Voy a estar divina en la boda, aunque ello suponga no probar ni un grano de arroz).

14.45: Definitivamente, lo mío no es la fuerza de voluntad. Cuando llega la paella mis tripas rugen cual león de la Metro. Tiene una pinta estupenda.
J.J. y sus amigos se abalanzan sobre sus platos.

Yo intento comer sólo ensalada... pero al final, acabo sucumbiendo a la tentación paellera. Aunque me reprimo bastante, eso sí. No quiero tener que embutirme el vestido.

15.30: Acabamos de comer.
J.J. y sus amigos deciden darse un último bañito en el río antes de irnos. GRRRRFTX%&$%&%$!!!!!!!

Me quedo otra vez cuidando las cosas. SOLA.
Aunque ahora estoy sentada en el chiringuito, a la sombrita y con un granizado de mojito. Esto es otra cosa.

15.45: J.J. y sus amigos vuelven al chiringuito, ya refrescados para todo el día. Eso espero.
Bien: ya empezaba a aburrirme.
Vamos andando a casa de Alegre-de-la-vida, para que coja el traje y el equipaje. La casa de Alegre está a la otra punta del pueblo.
Hace una calor de la h****a.

16.00: Empiezo a mosquearme: creo que nos estamos entreteniendo demasiado en el bonito y bucólico pueblo de Alegre-de-la-vida. Como no nos demos aire, vamos a llegar tarde a la boda.

16.15: Alegre-de-la-vida ya ha cogido su traje y su bolsa de viaje. Propone que vayamos a Albacete en su coche, que es más grande, pero con la condición de no conducir. Adicto-al-trabajo dice que conduce él. Consenso general.

En el maletero del Ford Focus de Alegre-de-la-vida metemos los trajes con sus respectivas fundas, el vestido con su funda también y los equipajes. A estas alturas, mi vestido de seda debe estar ya como un acordeón. En fin... ¿No dijo Adolfo Domínguez que "la arruga es bella"?

16.30: ¡POR FIN!! Salimos del pueblo en dirección a Albacete.

17.00: J.J. y Alegre-de-la-vida echan una cabezadita mientras Adicto-al-trabajo conduce.
Todavía vamos por Almansa.
Aún queda un montón para llegar.

Ya asumimos que llegamos tarde al enlace porque no sólo hay que llegar a Albacete, sino también encontrar el hotel, ducharse, vestirse, arreglarse, ir al Ayuntamiento...
Sí, lo mires por donde lo mires, llegamos tarde.

17.30: Vamos a 150 por la autovía, porque si no, no llegamos ni al convite.

18.00: POR FIN, llegamos a Albacete. Sanos y salvos. 40ºC nos dan la bienvenida.
Ahora, a buscar el hotel, que está a tomar p..... a las afueras.

18.20: Llegamos al hotel. 

18.30: En el hall del hotel nos cruzamos con los demás invitados a la boda, ya vestidos, arreglados y monísimos, que se van para el Ayuntamiento. Nos miran alucinados.
Me muero de la vergüenza, pero mis chicos están como si tal cosa.
¡Y eso que el que se casa en media hora es su amigo! Desde luego, la pachorra de los tíos es alucinante.

18.35: Hacemos el check-in. Nos toca la recepcionista más lenta. Cómo no.
Yo estoy ya al borde del colapso. Los chicos están cabizbajos y empiezan a sentirse culpables. (Menos mal).

18.40: Ya en la habitación. Con los ojos inyectados en sangre, le digo grito a J.J. unas "cositas" sobre la irresponsabilidad, la pachorra masculina y la impuntualidad. Me escucha callado y cabizbajo.

Pero no hay tiempo que perder: en un tiempo récord nos duchamos, nos vestimos, (le pido a J.J. que me abroche la cremallera del vestido: ésta cierra sin problemas, ¡yupi! Yo intento, sin mucho éxito, hacerle el nudo de la corbata), me seco el pelo en dos minutos y se me queda más encrespado que un estropajo. ¿No se supone que en Albacete NO hay humedad?
Fantástico: parezco la versión rubia de uno de los Jackson Five.

Me maquillo en 30 segundos como buenamente puedo (o sea, mal) y salimos a toda pastilla de la habitación.
Ni Usain Bolt lo hubiera hecho más rápido.

18.50: En el hall nos reunimos con Adicto-al-trabajo y Alegre-de-la-vida ya trajeados y engominados .

18.52: Salimos del hotel, cogemos el coche y, siguiendo las confusas indicaciones de la Recepcionista Lenta, nos dirigimos a la Plaza del Altozano.

19.00: Como era de esperar, nos perdemos. GRRRRRRRRRRRRRR!!!!

19.10: Preguntamos a varios transeúntes y, con su inestimable ayuda, encontramos al fin la Plaza y el Ayuntamiento Viejo.
Vale, pero aquí no acaba la cosa. Ahora hay que aparcar. GRRRRRRRRRRRRRRRRR!!! al cuadrado.

19.15: Como no hay sitio para aparcar, optamos por dejar el coche en un parking público. Corremos por el centro de Albacete hacia la plaza del Altozano. Los zapatos empiezan a hacerme rozaduras.
¿Dije ya que iba a ser un día muy largo?

19.20: POR FIN, entramos en el Ayuntamiento. La Amable Conserje nos indica dónde es el enlace y nos advierte de antemano que éste está ya a punto de acabar. (Como si no lo supiéramos...).

19.25: Llegamos al Salón de Plenos. Somos los últimos. 200 ojos nos miran.
Vergüenza.
Los Novios ya se han dado el "Sí, quiero", pero aún asistimos a los últimos 5 minutos de ceremonia, en los que sólo habla la Teniente de Alcalde.
Algo es algo.

19.30: Acaba la ceremonia. Aplausos, felicitaciones, besos y abrazos.
Llegamos hasta los Novios y les damos la enhorabuena. Mis chicos le piden disculpas al Novio por el retraso y éste se ríe cómplice y le quita hierro al asunto (los conoce muy bien).

Observo a los recién casados. Van guapísimos, sobre todo ella, que lleva un vestido precioso. Además, con el tipín que tiene, le queda genial.

19.45: Los Novios salen del Ayuntamiento. Batalla de arroz. Traca.
Más felicitaciones, besos y abrazos.
Ya empezamos a integrarnos en la boda. Ya no me siento como una extraterrestre.

J.J. me dice al oído que voy muy guapa. Aun así, sigo algo enfurruñada con él y con sus amigos. Yo que quería pasar desapercibida... ¡y llegamos los últimos!

20.15. Los invitados volvemos al hotel mientras los novios se hacen el vídeo y el reportaje fotográfico.

20.20: En la habitación, con más calma, me vuelvo a maquillar, ahora bastante mejor, y me retoco el pelo, que a estas alturas ya ha perdido buena parte de su encrespamiento.
Parece que las cosas empiezan a enderezarse.

Subimos a la terraza donde a las 21 horas empezará el cocktail. Hace una noche preciosa en Albacete.


De 21 a 4.30: Cocktail exótico, convite espectacular: nos toca en la mesa de la hermana del Novio, su chico y sus amigas: todos tienen veintipocos años, son guapisisisisimos y se pasan la noche haciéndose autofotos con el iPhone. Pero son entrañables.

El convite transcurre entre vídeos, "Que se besen, que se besen", " Que se besen los padrinos", "Vivan los novios", discursos emotivos, un menú realmente exquisito, vino, cava, muchas risas y alguna lagrimilla. Después discoteca (buena música en general, aunque también canciones de Lady Gaga a gogó... No soporto a esta chica) y barra libre hasta las tantas.


En fin... La boda resultó ser preciosa y muy divertida: lo pasamos genial y acabamos destrozados, yo con varias ampollas en los pies y todos con alguna copita de más.
Lo normal, vamos.

La verdad es que empezamos con mal pie, pero, como se suele decir: bien está lo que bien acaba, ¿no?

¡¡VIVAN LOS NOVIOS!!

*Y mañana... primer día de trabajo después de las vacaciones. ¡BAJÓN!

HELLO!

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