6 de febrero de 2011

Castillos en el aire (4ª parte. Desenlace)


No voy a negar que me puse bastante nerviosa al apretar el botón de "Leer nuevo mensaje".
........
Pero mi rictus de tensión cambió rápidamente a una sonrisa de alivio cuando lo leí: Mario me pedía disculpas por haber estado tan borde conmigo.
Por un lado, reconocía que estaba bastante estresado con el tema de los exámenes (sólo le quedaban 5 asignaturas para acabar la carrera y quería sacárselas ya). Y por otro, me confesaba que sí, que estaba algo cortado tras lo ocurrido en la cena y no sabía muy bien cómo dirigirse a mí, por miedo a cuál sería mi reacción.
Y se despedía así: "Estaré toda la tarde en la biblioteca de la C/ Hospital. Me encantaría verte...".

Dicho y hecho. O leído y hecho. Cogí mis apuntes, mi estuche y mi bolso, corrí a la parada del autobús... y en menos que canta un gallo, me planté en la biblio.
Empecé a buscarlo entre la gente, y enseguida le encontré en una de las mesas del piso superior. ¡Qué mono estaba, tan concentrado en sus apuntes!
Me había guardado un sitio a su lado (oooh, qué bonico). Le saludé, me senté junto a él y él me regaló su sonrisa más bonita. Iba a sacar mis apuntes para ponerme a estudiar, cuando me dijo en voz baja: "Vamos un ratito fuera, que necesito despejarme... Y además, tú y yo tenemos que hablar, ¿no?".

Salimos a la calle. Y allí estábamos, en los jardines de la biblioteca, sentados en un banco, muy pegaditos... Y yo como un flan. Mario me volvió a pedir disculpas por su extraño comportamiento de los últimos días. Y, entonces, mirándome fijamente, me dijo que seguía esperando una respuesta.
Fue un momento "Tierra trágame". Estaba temblando. Notaba cómo el corazón se me desbocaba.

 
-Y... ¿Qué hay de tu ex?- Le espeté.
-¡Joder, qué manía con mi ex! Pasa ya de ese de tema, ¿no? -Contestó él, visiblemente molesto.
-Pues no, no paso. O estás conmigo o estás con ella. Pero con las dos a la vez, no. ¿Tú qué te has creído? Conmigo no juegues, ¿eh, Mario? -Le dije, enfadada.

Entonces volvió a atravesarme con su mirada, mientras me decía tranquilamente:

-Ay, Gata... que hay que decírtelo todo. Ya NO estoy con ella... -Y me guiñó un ojo.

En ese momento, Mario me acarició la cara y el pelo, mirándome con aquellos ojos, de un color tan extraño e indescriptible.
Ahí ya me derretí. Me rendí totalmente y quedé a su merced.
Y entonces sí: nos besamos. Con avidez, con pasión, como si el mundo se acabara. Como si quisiéramos recuperar el tiempo perdido.
Ahora podíamos querernos sin trabas, sin obstáculos, sin culpabilidad, con total libertad... (O eso creía yo, inocente de mí).

No hace falta decir que nuestros apuntes se quedaron olvidados sobre la mesa.
Nos pasamos la tarde entera en los jardines de la biblioteca y en una cafetería que hay cerca tomándonos unas coca-colas. Mirándonos, besándonos, riéndonos, diciéndonos tonterías,...
Yo estaba como en una nube de color de rosa. Me sentía como la princesa del cuento. Me costaba creer que aquello me estuviera pasando a mí. Era... ¡tan bonito! Efectivamente... "demasiado" bonito.
 Cuando nos despedimos, a eso de las 9 de la noche, quedamos en que, en los próximos días, nos centraríamos en los exámenes y estudiaríamos. Vamos, nada de quedar a "estudiar" juntos en la biblioteca, porque estaba claro que no íbamos a estudiar nada.
Hicimos una especie de pacto: no nos veríamos hasta que no acabáramos los exámenes. Sólamente nos enviaríamos mensajes para contarnos cómo nos iba y darnos ánimos.
Yo sabía que me iba a costar cumplir el pacto, ya que sólo deseaba estar con él a todas horas. Pero acepté y cumplí: lo último que quería era distraerlo, en un momento tan decisivo para él, que estaba a punto de licenciarse. Además, yo también quería aprobar mis exámenes, cómo no.  Así que estuvimos unos 10 días sin vernos. Sólo nos mandábamos algún SMS.

En este punto, debo reconocer que era yo la que más mensajes mandaba y que, además, los míos eran más vehementes, más apasionados, más acaramelados... Más románticos. Los suyos eran más planos, más sosos.
Mientras yo le decía: "Te echo de menos, cómo estás? Tengo ganas de verte..."  Él me contestaba: "Estoy estudiando X, muy agobiado. Tú k tal?".
Pero esa frialdad no me inquietó, ni me dio pie a nuevas paranoias. Simplemente, estaba centrado en lo suyo. Punto. Ya tendríamos tiempo para estar juntos y decirnos las mil y una cursiladas.
 Desgraciadamente, sólo unos días después, el destino se encargaría de mostrarme que él no estaba únicamente centrado en lo suyo. O más bien, debería decir que "lo suyo" no se ceñía exclusivamente a los estudios.

Fue un sábado por la tarde, una semana antes del examen de Literatura Italiana. A mediodía, Mario me llamó y tuvimos una breve conversación telefónica en la que nos contamos nuestro plan para esa tarde: yo le dije que, seguramente, me quedaría toda la tarde en casa estudiando, (tenía 2 exámenes la semana siguiente). Planazo.
Él, a quien sólo le quedaban dos exámenes y los tenía dos semanas después, me contó que tal vez quedaría con unos amigos a tomar algo.
Al despedirnos, le dije que me daba mucha envidia y le deseé que lo pasara muy bien.
Y así quedó la cosa.
 Sin embargo, a eso de las 6, me llamó mi amiga I. para ofrecerme un plan: salir a dar una vuelta, ver tiendas, tomar algo...
La verdad es que, entre los exámenes y Mario (que me tenía sorbido el seso) hacía tiempo que no nos veíamos.

Aunque me apetecía un montón, en un principio le dije que no podía ser, que tenía que estudiar. Pero ella insistió... hasta que me convenció y accedí (tampoco opuse demasiada resistencia, debo decir). Total, llevaba ya bastante materia estudiada, y, por otro lado, no me vendría mal salir un ratito a que me diera el aire. Necesitaba despejarme. Llevaba días sin salir apenas de casa.

En media hora tenía ya a I. en la puerta de casa, esperándome en su coche. En un principio, pensamos ir al centro de Valencia, pero ante la dificultad de aparcar que suele haber en esa zona, decidimos finalmente ir a un gran centro comercial y de ocio que hay en una población cercana, junto a la autovía A-3.

Íbamos tan alegres y tranquilas, paseando por las galerías y plazas del centro comercial, parándonos en toooooodos los escaparates, contándonos chismes y riéndonos. Pero, de repente, vislumbré a lo lejos a una parejita. Un chico y una chica cogidos de la mano.
Conforme se iban acercando a nosotras me di cuenta de que conocía al chico. Es más, le conocía muy bien.
 Efestevewonder: él era Mario... Y ella, todo apuntaba a que era Marta, su... ¿ex?
Imaginad cómo me quedé al verlos juntos: estoy segura de que, si me pinchan en ese momento, no me sacan ni una gota de sangre. No podía ni articular palabra. Me quedé como paralizada.
Recuerdo la secuencia entera como si sucediera a cámara lenta, y con la sensación de estar contemplando una escena tan absurda como irreal. (Aunque para mi desgracia, era totalmente real).

Oía a mi amiga parlotear, pero su voz me llegaba como distorsionada, no entendía sus palabras. Estaba petrificada, inmovilizada, mirando atónita cómo Mario paseaba cogido de la mano de otra chica.
No podía ser.

Fueron unos segundos que se me hicieron eternos y francamente incómodos. Mario y la-supuesta-Marta avanzaban lentamente y se acercaban poco a poco hacia donde estábamos nosotras. El encuentro, mejor dicho, el choque, sería inminente e inevitable. Aunque Mario todavía no me había visto. Supongo que la última persona que esperaba encontrarse allí aquella tarde era a mí.
 Durante unos segundos pude observar a "mi rival". Al fin, la conocía: era una chica de mi edad, o quizá un año o dos mayor, como mucho. Nada del otro mundo, la verdad. Monilla de cara, con rasgos que me recordaban ligeramente a los de un ratón; delgada, aunque tenía el mal del tordo ("la cara fina y el culo gordo"); llevaba el pelo implacablemente liso (con las puntas requemadas por la plancha), y mechas rubias que le daban un cierto aire "marujil". Iba vestida de Bershka y/o Stradivarius de arriba abajo.
Iba de pija, pero se quedaba en 'proyecto de'. La realidad era que tenía más de choni de la periferia que de niña bien del centro.

Cuando Mario, al fin, me vio, ya era demasiado tarde. Ya no había marcha atrás. Ya no podía esconderse ni huir. Estábamos a escasos metros el uno del otro. Y yo le fulminaba con la mirada como queriéndole decir: Te he pillado, imbécil. Te he desenmascarado.
Vi como palidecía y cómo, en un acto reflejo, soltaba la mano de Marta, como si le quemara. No sé para qué. Sólo faltaba que me dijera: "Esto no es lo que parece". Creo que en ese momento, quiso que la tierra lo tragase. Es más, creo que en ese momento, deseó no existir.
 No pude mantener el tipo y preferí huir. No quería hacer aquello más violento. No quería hacer el paripé y saludarlo como si nada, o girarle la cara. Aquello ya era demasiado para mí.
Así que, sin más, cogí a I. del brazo, tiré de ella y le dije: Vámonos.

Salimos de allí disparadas, caminando a paso acelerado, en dirección al párking. Mi amiga estaba alucinando, claro. No sabía qué me pasaba y me bombardeaba a preguntas: "Qué te pasa, tía, me estás preocupando... ¿Estás bien?". Yo seguía caminando como una autómata, sin decir ni mu. Un nudo de angustia me oprimía la garganta.

Una vez en el párking, dentro de su coche, me derrumbé, rompí a llorar y le conté toda la historia de Mario.
Cuando acabé el relato, I. me dejó en casa, tal y como le pedí. Antes de irse, me dio un abrazo fuerte, me dijo esas típicas cosas que se le dicen a una amiga a la que un tío le ha hecho una putada, y me dijo que, cualquier cosa que necesitara, que la llamara.

Al llegar a casa, me encerré en mi habitación, sin siquiera darles explicaciones a mis padres. Me tiré en la cama y me puse de nuevo a llorar.

De repente, me sonó el móvil. Mario llamando, ponía en la pantalla.
Un arrebato de rabia me recorrió todo el cuerpo. ¿Cómo tenía la desfachatez de llamarme después de lo ocurrido?
Él seguía insistiendo, bombardeándome a llamadas. 1, 2, 5, 10 llamadas... Algunas las ignoraba, otras las rechazaba, mientras de mi boca salían todos los insultos imaginables.

Al final, en vistas de que no cejaba en su empeño, descolgué estallando en ira mientras mascullaba:
-Dime lo que tengas que decirme rapidito y después desaparece de mi vida porque no quiero saber nada más de ti, cabrón...

Se hizo un silencio largo e incomodísimo. Entonces Mario, el tipo seguro de sí mismo, el que se había creado esa fachada de encantador de serpientes, rompió a llorar como lo que era: un niñato.
La había cagado. Y él lo sabía.

Con la voz empequeñecida por la vergüenza y entre sollozos, me dijo que, aunque sabía que no iba a perdonarle, necesitaba pedirme disculpas y darme una explicación. Que sí, que sabía que había sido un imbécil y un cobarde. Que sentía haber jugado conmigo de esa forma. Que lo último que hubiera querido era hacerme daño (pues menos mal!). Que ahora se daba cuenta de que, por su mala cabeza, me había perdido para siempre. Y jamás se perdonaría por ello.

Me confesó que sus sentimientos hacia mí no habían cambiado ni un ápice; que seguía enamorado de mí. Pero había un problema: Marta. Llevaba con ella cinco años, había sido su relación más larga hasta el momento. Digamos que sentía como una obligación moral con ella. Era incapaz de dejarla, a pesar de ser una relación muy tormentosa y dañina para ambos.
Según me contó (nunca lo sabré a ciencia cierta, pero creo que en ese momento sí fue sincero conmigo), él la había dejado unos días antes de nuestro apasionado encuentro en la biblioteca. Lo tenía clarísimo. No había vuelta atrás.  
Pero Marta no lo aceptó, una vez más, y empezó a acosarlo a llamadas. Cada vez que hablaban, ella se ponía a llorar y le pedía que por favor no la dejara, que sin él no podría vivir...
Chantaje emocional puro y duro. 

Se daba además la circunstancia de que, por aquella época, Marta estaba atravesando una mala racha, con graves problemas familiares y estaba yendo a un psicólogo. Entonces, ella atacó con esa arma, echándole en cara el haberla dejado en un momento tan amargo. Le reprochó que se hubiera desentendido de ella justo cuando más necesitaba su apoyo.
Su estrategia fue hacerle sentir culpable. Y hacerse la víctima, para que Mario sintiera pena por ella y así no se atreviera a dejarla.

Así que, aunque, según me dijo, necesitaba salir de esa relación conflictiva y opresora y deseaba iniciar algo nuevo conmigo, seguía lastrado por esa relación. No podía dejarla, aunque quisiera. El sentimiento de culpabilidad le perseguía y podía más que él.
Ella, desde luego, no se lo puso nada fácil. Lo atenazó con el sentimiento de culpa para que no pudiera dejarla y no le dejó volar libre.

Cuando acabó la historia, Mario volvió a pedirme perdón una última vez, ya más sereno...y se quedó callado, expectante.
Cuando acabó de hablar, no pude decir nada al momento. La ira y la rabia iniciales habían dejado paso a un sentimiento de profunda tristeza. Sentía casi más pena por él, por lo que le esperaba al lado de una desequilibrada, que por mí, que al fin y al cabo, me sentía más herida en el amor propio, en el orgullo, que otra cosa.
Mi sentimiento hacia Mario no era amor, no había tenido tiempo de llegar a ese punto con él, afortunadametne para mí. Era simplemente, enamoramiento inicial. Pero aun así, estaba muy dolida. Muy hecha polvo.
Jamás pensé que me engañaría y jugaría conmigo de la forma en que lo hizo.

Antes de colgar, le deseé suerte (la iba a necesitar) y le pedí que, por favor, desapareciera de mi vida para siempre. Él ya había elegido. Y la había elegido a ella. Así que ya no tenía sentido que volviera a llamarme ni le iba a permitir que me embaucara de nuevo.

Los días siguientes fueron un infierno para mí, como podéis suponer. Afortunadamente, él no me lo puso difícil y desapareció, literalmente.
Tenía muchas ganas de llorar y lo último que me apetecía era estudiar. Pero no iba a consentir suspender por culpa de Mario y sus tonterías. Saqué fuerzas de flaqueza, me centré... Y estudié todo lo que pude, aunque muchas veces, mi cabeza volaba lejos, y pensaba en él, en dónde estaría, en qué estaría haciendo... Y sobre todo, en la triste certeza de que estaba con ella.
Ella había ganado la partida con sus malas artes.

Llegó el día del examen de Literatura Italiana. Sabía que tendría que verle y no me apetecía nada. Era superior a mí, pero no me quedaba otra. Cuando llegué al aula, Mario ya estaba sentado en su sitio. Lo vi cómo bajaba la mirada entre avergonzado y apesadumbrado. Le giré la cara y me senté en la otra punta, dándole la espalda.
Ésa fue la última vez que le vi.

Afortunadamente, él acabó el examen de los primeros y yo fui de las últimas, así que no nos cruzamos.
Dos semanas después, ya estaban las notas expuestas. Yo aprobé con nota. Él, por los pelos. Mentiría si dijera que no sentí una insana satisfacción.
Creo que acabó la carrera aquel mes de junio y se fue, porque, por suerte para mí, nunca más volví a verle por la facultad.

Llegó el verano, y luego el otoño, y con él, un nuevo curso. Al otoño le siguió el invierno... Y el recuerdo de Mario se fue disipando con el paso del tiempo. Otras personas llegaron a mi vida, borrando su huella poco a poco, cerrando la herida y ocupando su lugar.
Pero ésa, ya es otra historia...

*Llegados a este punto, debo confesar una cosa: Mario no es el nombre real del protagonista de esta historia. Cuando empecé a escribir el relato, como sabía que iba a dar datos bastante concretos de fechas y lugares, decidí utilizar un nombre ficticio para mantener la privacidad. Nunca se sabe quién puede leer este blog.




---------------------------------Próximo capítulo: Epílogo: El dèjà vu-------------------------------------------- (¡No os lo perdáis!)


20 comentarios:

  1. Ainssss, si es que algunos son de un cobardica...:) Supongo, es mas estoy segura que saliste ganando con tu decisión. En estos casos lo mejor es no dejarse llevar por la pena o el enamoramiento...que enmascara ciertos detalles.

    Besos

    ResponderEliminar
  2. pues que patan la verdad! yo creo que si hubiera sido sincero contigo desde un principio tu quizas no le hubieras perdido el respeto como se lo perdiste. Debo admitir que me dio mucha risa la manera en que describiste a Marta, y que la historia de su chantaje aunque me dio algo de pena, tambien me recordo a esas novelas que pasan por la tele. Parece mentira pero a veces esas cosas si pasan en la vida real.

    Muchos besos y estare al pendiente a ver como termina esta historia.

    ResponderEliminar
  3. jo, me ha encantado la historia!
    besos

    ResponderEliminar
  4. Yo viví algo muy, muy parecido a esta historia (sólo que yo sí llegué a la etapa de amor del gordo) Peeero todo lo que nos pasa nos enseña, así que me quedo con eso :) Esperamos el epílogo!

    ResponderEliminar
  5. Que desilusión!!!
    la cobardía es lo que peor llevo de los hombres!
    puedo perdonar casi cualquier cosa... pero que se comporten asi, desiluciona tanto! :(
    Besitos!

    ResponderEliminar
  6. Hay demasiados hombres cobardes... menos mal que el tiempo lo cura todo... (La frase de "Jamás pensé que me engañaría y jugaría conmigo de la forma en que lo hizo" me la he repetido tantas veces últimamente)

    Me alegro que ahora te vaya muy bien! Un besito!

    ResponderEliminar
  7. El lado bueno de la historia.

    Es que te enteraste que andaba con Marta, y no después de un tiempo como suele suceder en algunos casos.

    además un hombre que huye de los problemas no es un buen hombre.

    ResponderEliminar
  8. Bueno, bueno, que no todos somos así. Yo sufrí una experiencia similar y la "cobarde" fue ella, así que pensad que eso le puede pasar a cualquiera sea cual sea su sexo.

    Lo mejor es que a pesar de la mala experiencia has seguido adelante y ahora estás bien.

    ResponderEliminar
  9. Hola, Alejandro!! Por supuesto que NO todos los hombres son así, afortunadamente! Yo nunca he generalizado por sexos. Jamás he dicho yo que todos los hombres seáis así. La cobardía no es exclusiva del cromosoma Y, eso está claro. Y que hay mujeres cobardes, también lo sé.
    Él sí fue cobarde, pero también entiendo que su situación no era fácil. Estaba atrapado en una relación opresiva, con una novia que no quería darle libertad para elegir y seguir su propio camino. Por eso digo que más que rabia, sentía pena por él. La culpa no fue toda suya, ni mucho menos.
    Y esta historia la tenía ya enterrada en lo más profundo del olvido (ya digo que afortunadamente para mí no llegué a enamorare de él hasta las trancas), pero un hecho que pasó hace unas semanas me la trajo al recuerdo.
    Han pasado ya 10 años de todo aquello y ahora estoy genial. Aquello ya no me hace daño. De hecho sólo estuve mal unos meses. Le olvidé pronto, por suerte!
    Besos!!!

    ResponderEliminar
  10. Está claro que quien salió perdiendo fue él. Mal porvenir habrá tenido con tanta cobardía, el pobre.

    ResponderEliminar
  11. jo, que cobarde, que cerdo. Porque tenía su derecho a volver con la choni pero que te lo hubiera dicho...
    Pues nada, si x casualidad Mario (como se llame en realidad) está leyendo: C O B A R D E!
    jajaja

    ResponderEliminar
  12. Hola a tod@s!!!
    Qué hay, Sieslo? Pues sí, estoy de acuerdo contigo: ahora a toro pasado, sé que a la larga, salí ganando. A pesar del soponcio que pasé las primeras semanas. Un tío cobarde y tirando a infiel no lo quiero a mi lado!
    Besos!

    Hola, Cassiopeia! Pues sí, desde luego, si hubiera sido sincero desde un principio, yo hubiera sido más comprensiva, y quizá, hasta hubiera tenido más paciencia con él. Puedo tolerar muchas cosas, pero la mentira... es superior a mí. En cuanto a Marta, sí, es una verdadera lástima que, en los tiempos que corren, todavía haya chicas con esa mentalidad tan antigua y posesiva, de obligar literalmente a un tío a estar con ellas. Claro que, como pude comprobar después, eran tal para cual.
    Besos!

    Hola, Rachel! Muchas gracias... Me alegro de que te haya gustado. Mira, algo bueno tuvo vivir esa experiencia: poder contarla después en mi blog, con la perspectiva que da el tiempo. Un beso!

    Hola, M! Ufff, como digo, yo no llegué a enamorarme de él hasta perder la cabeza. La verdad es que tuve suerte en ese aspecto: se descubrió el pastel mucho antes! En tu caso, imagino que debiste de sufrir mucho. Pero bueno, como tú dices, de todo se aprende... y lo que no nos mata nos hace más fuertes. Lo bueno es que tu historia ya pasó, lo superaste y ahora ya estás bien.
    Besos!

    Hola, Mónica87! Exacto: desilusión es la palabra. Y decepción. Mucha. Como ves, los castillos en el aire que construí se me hicieron añicos aquella tarde. Pero como le decía a M: lo bueno de este tipo de chascos es que aprendes. Ya digo que ahora no me dejaría embaucar por ningún "Mario". Pero entonces era tan cría...
    Un besote!

    ResponderEliminar
  13. Hola, julia! Sí, hay hombres cobardes.... pero también hay muchos que valen la pena! No hay que perder la fe ni caer en la negatividad. Y bueno, estas cosas nos enseñan a estar ojo avizor, para no volver a caer. Ánimo, que hombres buenos hay muchos, te lo digo yo!! El tuyo aparecerá antes de que te des cuenta, ya lo verás!
    Un besote!

    Hola kittyfilm! Exacto: por suerte para mí, descubrí el engaño antes de que fuera demasiado tarde... Menos mal! Así que, dentro de lo malo, debo decir que tuve suerte. Y, como decía antes: un hombre que huye y no enfrenta sus problemas y sus responsabilidades, no lo quiero a mi lado.
    Besos!

    Hola, Amaranta! Pues sí: salió perdiendo él! Dónde va a parar... Entre la choni ésa y yo, no había punto de comparación, jajajaj! Bromas aparte: efectivamente, si es tan cobarde para todo, mal porvenir le auguro. Nunca tomará sus propias decisiones. Nunca será libre. Pero "eso, querida, ya no me importa", como diría Rhett Butler en Lo que el viento se llevó. ;)
    Besitos!

    Hola, Nuria-Yacky! Pues sí. COBARDE con todas las letras, en mayúscula, negrita y subrayado, jejej! Y claro que tenía todo el derecho del mundo a quedarse con sun choni particular, pero como tú dices, que me lo hubiera dicho en vez de liarme como me lió. Claro que yo también me dejé embaucar como una boba... En fin...
    De la experiencia se aprende!
    Un beso!

    Muchas gracias a todas por comentar! ;)

    ResponderEliminar
  14. ¿qué es mejor? ¿miau o prrfff? porque me quedo con la duda... como en todas las demás entradas, un relato interesante, muy interesante de hecho! me he saltado algunos párrafos llevado por las ganas de saber cómo terminaba... y luego me ha tocado releer... eso sí, la descripción de la mala" me ha encantado... "Nada del otro mundo, la verdad. Monilla de cara, con rasgos que me recordaban ligeramente a los de un ratón; delgada, aunque tenía el mal del tordo ("la cara fina y el culo gordo")"... enfin, un auténtico placer maullar por tus tejados... aunque sea desde Madrid...

    ResponderEliminar
  15. Pues no sabe lo que se perdió... Es más, igual lo supo luego más tarde (a ver el deja vu...)

    Besosss gatuna!

    ResponderEliminar
  16. Hola, minino! Pues es mejor "prrr prrr!" (ronroneo). Si te ha gustado, elige "miau!" a secas. Si te ha gustado mucho, elige "prrrr prrrr".
    Y si no te ha gustado, elige el bufido: "fffffft!".
    Me alegra que te haya gustado el relato!! :) Es una gozada leer tus comentarios, siempre tan amables! Y además, es una suerte contar con el punto de vista de un escritor.
    Saludos gatunos, y puedes pasearte por mis tejados siempre que quieras.

    Hola, Jauroles! Bueno, ahora, con la perspectiva que da el tiempo, hasta me alegro de que no me eligiera a mí. Sé que no hubiéramos tenido futuro juntos. Analizándolo bien, su carácter tenía aspectos que no me acababan de gustar. No era aun tío de fiar. No era honesto.
    Yo no sé si él salió perdiendo con la decisión. Pero sé que yo sí salí ganando, aunque en su momento me doliera en el amor propio que se hubiera quedado con ella.
    Besotes!

    ResponderEliminar
  17. Hola Gata;

    Es la primera vez que me paso por aquí y tu historia me ha enganchado porque lamentablemente para mi viví algo muy parecido sino igual.
    Me alegra ver que fuiste fuerte y no caer en la tentación de llamarle o incluso creerle las cosas.
    Yo me he dado cuenta con los años que hay hombres y mujeres tb, pero en este caso hombres que como bien has dicho son encantadores de serpientes, ven el mundo con un prisma distinto al tuyo y siempre son ellos las victimas,
    Mucho cuidado con esta gente, te puede contar entre sollozos que la culpa es de ella, y a saber... lo más fácil es siempre echarle la culpa a la otra (por cierto que pasa pq parezca un ratón??? jijijij es broma)
    Bueno un besito

    ResponderEliminar
  18. Hola, un ratón! Bienvenda a mis tejados! Y tranquila, que aunque seamos ratón y gata, podemos llevarnos bien... ;)
    Por cierto, yo he pasado alguna que otra vez por tu blog (aunque nunca he comentado... Todavía :P). Sobre lo que cuentas, jooo, estoy empezando a preocuparme! Parece que esto de los encantadores de serpientes y embaucadores es una plaga, hay más de los que parece...
    Y tienes razón: yo sólo tuve la versión de él. Y pudo distorsionarla y tergiversarla tanto como quisiera para quedar él como eñl bueno y el pobrecito. Y sí, también he pensado en más de una ocasión que quizá le echó toda la culpa a ella (que porque tuviera rasgos de ratoncito no pasa nada, es más, digo que era mona de cara ;))
    Pero al final, aunque le echara la culpa a ella, fue él quien quedó mal por no ser sincero.
    En fin, peor para él!

    Un beso y espero verte más por aquí!

    ResponderEliminar
  19. Me ha encantado la historia y con final feliz para ti y seguro que no tanto para él...
    Espero el deja vu impaciente.

    Muaks

    ResponderEliminar
  20. Hola, limón! Muchas gracias por tus palabras... me alegro de que te haya gustad la historia. Y sí, tuvo final feliz para mí, aunque yo en aquel momento no lo vi así.
    Me encapriché de él, me obsesioné con "tenerlo", y lo viví como una derrota.
    Ahora, con la perspectiva que da el tiempo, sé que fue una victoria. Estoy segura de que fue lo mejor que me pudo pasar.

    Besos!

    ResponderEliminar

Los comentarios le dan vida a este blog. ¿Me dejas uno? ;)

HELLO!

Todo lo que leerás aquí es contenido propio. Si en algún momento hago referencia a algún escrito ajeno, citaré siempre la autoría.
Las imágenes que aparecen en el blog son tomadas de Internet. No obstante, si consideras que alguna no debería estar aquí, sólo tienes que hacérmelo saber y la retiraré al instante.
No acepto solicitudes de intercambio de enlaces. En mi opinión, enlazar un blog es algo totalmente voluntario y desinteresado. Bienvenid@ y gracias por pasar por aquí. :)